En extinción

El tiempo pasa. El Carnaval, como la vida, cambia. Los gustos varían, el humor es diferente, de ahí que sea absurdo comparar agrupaciones de generaciones distintas. No causaría ahora el mismo efecto una comparsa como Los hombres del mar al igual que es inconcebible que los 60 parieran La Serenissima o Lo siento pisha. Cada cosa tiene su momento, y no se puede revisar con mirada y oído actuales una copla de hace medio siglo.

La reflexión se debe a que este año nos hemos encontrado con una ?rara avis?, una especie en peligro de extinción que desaparece del hábitat gaditano y ofrece sus últimos vestigios de manera gratificante. Esa chirigota clásica, de época pretérita, con sus autores incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos porque simplemente, por suerte, no conciben otra forma de hacer Carnaval. Ese grupo autóctono, imposible de importar, ni de plagiar por los foráneos; porque para moldear ese pasodoble es necesario respirar Cádiz cada día, vivirla, sentirla, sufrirla y amarla.

Ese compás, el falso ?3×4? (porque es un 4×4 de ?toa? la vida), se fragua sobre mostradores, o apoyándose en la madera de la guitarra, y no se mide en un documento excel. La gracia irrumpe de forma natural, sin estudiar el posible efecto en el respetable. Se canta para gustar y no para concursar, habla como uno sabe y no como quiere que le entiendan, se mueve al ritmo de su corazón y no como se marca en el local de ensayo con escenografías de pacotilla. Y todo se dice con tanta claridad que no hacen falta ni fotos ni vídeos ni cameos para explicarlo. Va ?desnudito?.

Cada noche, después de cerrar el telón del Falla, me he ido a la cama con un pasodoble del Noly, de Carapalo o de los antiguos Carapapas. Inventores, legionarios, extraterrestres, enterraores, indios, enanitos. Desempolvando cintas, recuperando cds, explorando internet, alimentando la nostalgia. Todas, una tras otra, con el soniquete vistiendo la frialdad de un altavoz, del auricular. Todas ecos del pasado, todas reminiscencias de décadas vividas, todas. Todas menos una: Los destripadores de la calle Londres. Esa la he podido disfrutar en directo, sobre las tablas, en el escenario del Falla. Gracias Manolo, por mantener vivos los rescoldos de una llama que se apaga.