EL FOSO Y EL PUDOR
Ahora que Vera Luque habla de periodismo: A unos cuantos, con más años que andar palante, nos enseñaron que cuando estabas en el palco de prensa de un estadio (como local o visitante) los goles no se cantaban. Estás trabajando, nos dijeron. Cara de póker. A nadie le gusta que le refrieguen un tanto rival. No hagas lo que no querrías que te hicieran. No hace falta ser un robot, un palo, pero… El hábito, me dicen, se ha perdido. También en Carnaval. El foso de prensa se ha tornado una guardería en la que, por más cariño que le tenga a varios matriculados, ha llegado el momento de recordar normas básicas de conducta. No se aplaude. Ni se grita ni se vitorea. No se abuchea. Ni se burla uno de nadie, tampoco de colaboradores presentados como atracción por sus taras. Si se hace algún comentario, discreto, se oculta. Se le cede el sitio a los que lo necesitan para currar. Colar a ociosos está feo. Casi mejor si no se habla mientras están las cortinas abiertas. Me alegro de que disfruten pero les afeo que lo demuestren. Son intermediarios. Si no se les ve, mejor. Les pagan (mucho o poco) y no pueden comportarse como el público. Eso de saltar de alegría, levantarse en ovación incontenible mientras abandonan teclado o cámara… ¿Dónde se ha visto? Están al servicio del espectador y de los que cantan, son partidarios del juego, jamás de ningún jugador, una correa de transmisión (grande o pequeña) del sistema, como porteros o tramoyistas. Malos tiempos si hay que recordar la evidencia, si el regidor de escena tiene que bajar a pedir respeto o si un chirigotero te dice por un pasillo: «¿Se os ha olvidado lo bien que se os ve desde arriba?». Qué verguenza. No son todos pero son demasiados. Conste que en su día pude cometer la mitad de los yerros detallados. Al menos, sé que estuvo mal.