Carnaval ilustrado
Si dicen pelota pues te sacan la pelota, si dicen mojón hasta el mojón hay que enseñar». ‘Los Falsos’ ya denunciaron, con ironía y sarcasmo, toda la parafernalia que arrastra la mayoría de agrupaciones cada vez que actúan en el Teatro. Para llenar dos trailers ‘na’ más que de pamplinas variadas y tener que ‘conviá’ a medio Cádiz que sale como figurante.
Este Carnaval ilustrado, que no de ilustres sino de ilustraciones, reniega del repertorio puro, de lo esencial para acercarse a lo superfluo. Lo visual prima sobre lo sonoro, arrinconando a la radio, antaño ser vivo de la fiesta, y encumbrando a la televisión, privando al público de muchos matices musicales perdidos entre tanta algarabía.
Desgraciadamente, ahora parece un absurdo acercarse al transistor para escuchar las coplas. Da igual si es en italiano o ‘spagnolo’, apenas se entiende la mitad de ese ‘repertorio’, basado en gran parte en chistes visuales que discuten el ingenio de ciertos autores. Especialmente grave el asunto de los cuartetos y de muchas chirigotas, incomprensibles sin todo ese aderezo que complementa la falta de talento, y que a veces ‘insultan’ al aficionado de Cádiz que no necesita que le enseñen un móvil, una bandera o una zoleta para saber que se está hablando de un móvil, de Andalucía, o del trabajo en el campo. Flaco favor a la imaginación, de las pocas cosas que nos diferencias de los animales. Además, la redundancia injustificada no solo no aporta sino que resta.
Los cameos ya son una constante, no hay sesión en la que no salga un figurante conocido a escena, para engorro de muchos de ellos que por cortesía se ‘fuman’ toda la noche en el Teatro para una broma de cinco segundos o un homenaje de dos minutos. Al menos así se libran del colmo de la cutrez carnavalera: sacar fotografías ampliadas para explicar una letra. ¡Terrible!
Ello en el capítulo de las risas, donde ‘solo’ se puede acusar de falta de talento. Pero sacar niños al escenario para hablar de pederastia o niñas para hablar de violencia machista, eso ya es de mal gusto. Entonces encuentras los momentos que te reconcilian con la radio, y en los que prefieres escuchar. Ojos que no ven…