Los Purry y su guardia pretoriana
Ver pasar a Los Purry es ver pasar a generaciones de niños que hoy mantienen vivo el concurso
La entrañable imagen de los pequeños integrantes de la chirigota infantil Los Purry baby’s caminito del Falla arropados por la comparsa de Tino Tovar forma parte ya de esa cadena de recuerdos imborrables que me deja cada año el Carnaval. Esos padres escoltando a sus hijos, tíos a sobrinos y toda una guardia pretoriana para abrirles el paso hacia el Templo de los ladrillos coloraos.
La estampa de la herencia que pasa de padres a hijos. La más cariñosa acogida a quienes tomarán el relevo de los grandes para seguir manteniendo viva toda una tradición. Por detrás, los que en un día no tan lejano fueron pequeños y unos pequeños que se adentran en el venenoso terreno de los grandes. Siempre escoltados, mimados y venerados para llevarlos de la mano hasta que sean capaces de hacerlo por sí solos. Pero mientras, ahí estarán sus guías, sus referentes y quienes los convirtieron en carnavaleros desde la cuna.
Ver pasar a Los Purry es ver pasar a generaciones de niños que hoy mantienen vivo el concurso y también el Carnaval de la calle. Cuando los veía recorrer esos pocos metros que separan la calle La Rosa de la Plaza Fragela no pude evitar acordarme de ese Manolín Santander-ahora, autor de esta chirigota- acompañando a su padre por los tablaos de medio Cádiz y acaparando el protagonismo con un arte innato y sin artificio.
El destino hizo que el pasado martes padres e hijos se dieran el testigo sobre las tablas. En esta ocasión, entre infantiles y adultos. El camino ya ha comenzado; ahora lo importante es cerrar todos los atajos para que el Carnaval no pierda a esta generación. En ellos está el futuro de toda una ciudad y de su fiesta.