¡Jurado, cabrón!

Que te digan cabrón en Cádiz no es igual que si te lo dicen en Zamora. Aquí, en función de quién te lo dice y el tono en que lo hace, puede llegar a ser incluso un apelativo cariñoso

Cuando el pasado año el jurado del COAC 2018 aparecía sobre las tablas del Gran Teatro Falla con la cornamenta de “Los últimos en enterarse”, sabían perfectamente lo que hacían: es la manera que los gaditanos tienen de reírse de sí mismos y adelantarse a las críticas que recibirán ineludiblemente por parte de aquellos que no han visto sus expectativas cumplidas. Que te digan cabrón en Cádiz no es igual que si te lo dicen en Zamora. Aquí, en función de quién te lo dice y el tono en que lo hace, puede llegar a ser incluso un apelativo cariñoso. Y el superlativo, en ocasiones, la mayor expresión de admiración por estas trimilenarias tierras.

Lo que sí duele, imagino, es otro tipo de comentarios. Que te digan cabrón, siendo jurado, va con el cargo. El otro día leí en una red social reproches a que el jurado cobrase una dieta para cenar. Yo no podía dar crédito. Parece ser que además de la poquísima vergüenza que supone que esos señores entren de gorra en el teatro y que gocen del intenso orgasmo que cada noche proporciona la calidad del espectáculo de preliminares, encima se ponen púos a nuestra costa, cuando bien podían llevarse el filete empanao en una fiambrera.

Y no, no es solo la responsabilidad y las horas dedicadas —quizá convenga recordar que el jurado, como todos, se levanta cada mañana a trabajar—. El jurado del COAC también debe lidiar con un reglamento cambiante y caprichoso que le pone su labor tremendamente difícil e incomprensible para el aficionado que jamás ha realizado, por ejemplo, el azaroso ejercicio de puntuar letra, música y afinación por separado; y siempre son ellos los que catan, y lo hacen cuando cumplen escrupulosamente con el reglamento y cuando no.

Deben asumir también que las personas a las que juzgan no vean en ellos, como norma general, cualidades ni conocimientos suficientes para juzgarlos. Aquí solo sabe de carnaval el autor o el integrante. Lo-que-yo-te-diga. “Es el gusto de cinco señores” suele ser la socorrida frase del perdedor. El gusto… como queriendo eliminar cualquier atisbo de objetividad o conocimiento en el fallo. Como si con el gusto de cinco vocales distintos, “Noches de la Plaza Mina” (cito a esta comparsa porque el delito ya ha prescrito) hubieran podido ser finalistas.