Huérfanos sin Anthony Martin
Un servidor cuando era unos años más joven escuchó aquello de “El Carnaval no es de Cádiz sino del barrio la Viña”. Me pareció exagerado y cerrado.
Ya van para dos años que pisamos nuestra última semifinal y la casualidad nos hizo coincidir con el adiós definitivo del maestro. Y digo el adiós en las tablas, concursando, y no en ese homenaje tan improvisado como deslucido que no hacía justicia a cincuenta años de entrega. En esa noche Antonio ponía el broche final a una vida de coplas y a un legado impagable que dieron forma a lo que hoy conocemos como comparsa. Después de ese momento del que ya parece pasó una eternidad, los comparsistas estamos huérfanos sin Martín. El niño de San Vicente Street, como bautizaron Los Daddy Caddi.
Los tiempos cambian y aunque con trabajo se incorporan nuevos planteamientos no se puede negar que el duende de sus compases se echa en falta. Nos quedan a fuego vivo muchos recuerdos tatuados asociados a una etapa de nuestra niñez. En mi caso con once años tarareando el pasodoble de Los Principiantes en el vestuario de un equipo de fútbol infantil, mientras los niños me decían “qué pesao eres con la misma canción”. Pobres, aún no habían descubierto la copla. Casi se me saltaban las lágrimas pregonando el “soy gaditano y eso sí que no lo vendo” de los Buscavidas y auto exploraba mi voz para ver si de alguna manera me podía asimilar a Caracol. Cosa que no sucedía en ningún momento como podrán imaginar. De ahí hasta 2014 con la antología dirigida magistralmente por Pepe el Caja y poder comprobar cómo ensayaban los grandes ídolos de varias generaciones. Es el mejor ejemplo de cómo el amor a la tierra se inculca desde pequeños y hace de nuestro carnaval un tesoro de valor incalculable.
Entonces, ¿qué mejor que los jóvenes para retomar y reconducir el camino desnaturalizado del carnaval?
Un servidor cuando era unos años más joven escuchó aquello de “El Carnaval no es de Cádiz sino del barrio la Viña”. Me pareció exagerado y cerrado. Sencillamente porque no supe ver más allá y sentí como chovinista una declaración que apelaba a la reivindicación de lo nuestro, a la naturaleza de la raíz y a preservar con orgullo la herencia que recibimos. No es incompatible con la evolución de los tiempos y mucho menos significa cerrar la puerta a nadie. Fomentar valores abiertos al carnaval no puede ser perjuicio de sentirnos orgullosos de haber nacido gaditanos y tener un compromiso con la ciudad que nos vio nacer. Con la transgresión que el carnaval exige, con el grado de innovación que quieras pero con el compromiso de mantener intacta la raíz.
Así que me despido reflexionando y pensando si alguien que ha exportado Cádiz al mundo, ha compuesto la banda sonora de muchas de nuestras vidas y ha unido a tantas personas por una afición no merece una especial distinción.
Por ejemplo se me ocurre, una medalla de Andalucía…