Coplas desde mi celda
"Antes de llegar al paraíso uno queda atrapado en un limbo de sensaciones, coplas y recuerdos, que le hacen imposible razonar"
Hará hoy un año y pocos días que me subí al escenario a buscar sus letras por primera vez. Yo, que me he pasado los últimos tiempos viajando y viviendo lejos de Andalucía, nunca había tenido la oportunidad de verle en el teatro. Aquel año en que volví a casa, escuché desde la arena una voz que me pedía que me quedase.
Recuerdo escalar hasta el paraíso. La popa de aquel bergantín se me hacía tan eterna como las escaleras que conducen al otro lado de Febrero. Navegar entre sus peldaños sorteando la concurrida marea del pueblo, en la búsqueda de un anclaje, resultaba una tarea solo apta para expertos. Una labor que, sin duda, aprendí, y aprehendí, a los pocos minutos de volver a tomarle el pulso a sus piratas. Como montar en bicicleta, caminar sobre las tablas del del gallinero tampoco se olvida.
Había tardado mucho en retornar, aunque siempre el tiempo lejos es demasiado si hablamos de Cádiz. Desde allí todo se ve diferente. Todo se ve distinto. Todo, sencillamente, se ve.
He esperado hasta el último momento para entregar el artículo pensando que iba a conseguir plasmar todo lo que vi y sentí el lunes regresando, casi un año después, al templo. Pero imagino que antes de llegar al paraíso uno queda atrapado en un limbo de sensaciones, coplas y recuerdos, que le hacen imposible razonar o ser consciente de lo que está experimentando.
Pasé por el paraíso porque no hay otra forma de llegar donde están los dioses y, en este caso, yo venía con las garras afiladas para aplaudir al dios de esta guerra.
Comerse a uno mismo debe ser un ejercicio de sadomasoquismo introspectivo para el que todavía no estoy preparada. ¿Y ustedes?
No se confundan, ni se sienta lúcidos por lo que han entendido. Aquí hay mucho más que ver y muchas sesiones más para arrancarnos el corazón. ¿Algo sencillo? No se confundan, no. Más sencillo es comprender que puedes ser bufón y perro, que la muerte te espera en La Caleta o que el camaleón se mimetiza hasta tal punto que se confunde con su entorno.
Pongan sus miedos en una jaula, su inspiración en cuarentena y miren, atrapados en su propio escenario, como van a ser presa de sus propios monstruos. Sencillo, dicen.
Duerman tranquilos en este limbo, este duelo entre sueño y pasión, y sean buenos estas semanas. Quizás así si les ataca un carníval por la calle, tengan asegurada su plaza en el paraíso.