Pardo incansable

Julio llegó e introdujo quejíos en el tango, dotó de fuerza a todas y cada una de las cuerdas, cambió el toque de la orquesta

Pues ahí está, siendo el único autor que no falta a la cita con el Falla y con la Plaza desde 1980. Cuarenta años consecutivos, desde aquellos Granaderos de Cádiz. Cuarenta y uno si contamos aquel de 1978, Los Aspirinos. En todo este tiempo supongo que ha tenido razones para el descanso, pero las ha contrarrestado con los motivos para seguir. Llega Septiembre y Julio Pardo vive para su coro. Así hasta que suena el último acorde del segundo Domingo de Carnaval; cuando se produce el rito del entierro del tango.

Trabajar con él es una delicia, porque saca lo mejor de ti. Tanto si eres el autor que le acompaña en las letras, como si eres ese tenor que no encajaba en otros coros, y siente en éste que sí, que puede. Igual que si eres ese segundo aprendiz que entras aquí y descubre que una misma cuerda puede dividirse en dos o tres y cantar varias melodías distintas. Cuando Julio llegó triunfaban los tangos hechos a piano por el Maestro Escobar, o los más clásicos de la Viña, más portadores de la herencia de los años 50. Julio llegó e introdujo quejíos en el tango, dotó de fuerza a todas y cada una de las cuerdas, cambió el toque de la orquesta, con bandurrias y laudes que ya no sólo punteaban nota a nota la melodía del tango, sino que le puso acordes. Fue una revolución paso a paso. Una vuelta de tuerca constante.

En Callejón de los Negros es capaz de hacer sonar un coro de espaldas y de introducir un sinfín de instrumentos que hacen la delicia en la calle. Nunca se vio una carroza seguida por peregrinación de aficionados, como si, perdón la comparación, de un simpecado se tratara. Construye un trampantojo en la Cueva de María Moco, para la presentación; y hace bailar a los tenores alrededor de la orquesta, Sale a escena un coro sin practicables en la Tienda de la Cabra y acaba montado al final de la primera pieza.

Hace lo mismo, pero al revés con el Tío de la Tiza en el popurrí. En cuarenta y un años muchos más aciertos que errores, coros de cantar, coros de montaje, coros de medio cachondeo. En el fondo coros que le han hecho ser el referente. Para algunos el concurso se ha tratado de ganarle a Julio Pardo. Con eso quedaban satisfechos. Cuando estás líneas salgan a la luz ya habrá estrenado su obra de este año, El Batallitas, junto a mi amigo el Canijo. Su batalla ha sido siempre Cádiz, y los coros, y los ensayos, y la Plaza.

Yo he tenido la suerte de compartir con el hasta veintisiete de sus actuales cuarenta y un coros. Si nadie me preguntó nunca por qué duré tanto, aquí tiene la respuesta: porque es un máquina, porque se trabaja muy bien con él, porque garantiza una obra bien hecha, porque es exigente y severo, pero a la vez te ríes mucho con él. Y si ahora me preguntan por qué lo nuestro se acabó diré: simplemente porque él es incansable, y yo no. Suerte para siempre compañero.