Carnaval de Cádiz

No vengas a Cádiz en carnaval

Así que le dije, el carnaval no está, el carnaval es. Ya lo inunda todo, está en todos lados. En la gente, en el ambiente. Es una actitud.

Por  21:24 h.

El otro día, estaba yo esperando en la Plaza del Falla para entrar a la final de romanceros, cuando se me acercó un chaval que, evidentemente, no era de aquí, para decirme que porqué había tanta gente en la plaza y porqué hacia cola para entrar al teatro.

 

Para mis adentros pensé, ¡no habrá aquí gente para que me pregunte a mí!, y empecé a explicarle que asistía a la final de romanceros. El sonrió, como si le estuviera hablando de física cuántica y me dijo, “¿eso que es otra modalidad?” (modalidad, bonito palabro) y yo, asentí. Y ya, aprovechó que yo tendría en la frente la I de información carnavalesca para pedirme una explicación de todas las modalidades del concurso. Quería saber sobre repertorios, duración, autores, requisitos para presentarse y un montón de cuestiones similares. Me escuchaba atentamente, a pesar de que sus ojos me decían que no se estaba enterando de nada.

 

Luego miró la fachada y me dijo, ¿porqué están esas lonas colgadas? ¿Quién es Paco Alba? “El padre de la comparsa” (cuando quiero, soy una poeta de cuidao). “¡Qué difícil”, repitió en varias ocasiones, con mirada “petufacta”, que diría una Pepi del Selu. Ya me veía venir su siguiente pregunta, ¿dónde voy a ver carnaval? ¿eso donde está? Así que le dije, el carnaval no está, el carnaval es. Ya lo inunda todo, está en todos lados. En la gente, en el ambiente. Es una actitud.

 

No vengas a Cádiz, porque te vas a encontrar una ciudad embrujada. Al salir por cualquier esquina, encontrarás riadas de personas, de aquí y de allí, jaleo, ruido, puro cachondeo. Los verás danzando caminito de cualquier rincón, riendo, comentando el fallo del jurado, cantando coplas antiguas e incluso improvisando un tipo sobre la marcha, usando algunos trapos viejos. Otros se pintarán unos coloretes, sello de identidad de los de Cadi, Cadi. Niños con martillos de juguete y sprays peleones. Calles llenas de papelillos y serpentinas reliás. Bulla constante. Conviás de moscatel fresquito.

 

Coros en calles y plazas, gafas de sol con trabalenguas y estribillos que todo el mundo canta. Callejeras repartidas por cualquier callejuela, haciéndote reír de la manera más fresca y sinvergüenza. Romanceros con los que vivir la fiesta de tu a tu. La más pura.

 

A cada instante, tendrás que armarte de grandes dosis de paciencia, ya sea para cruzar alguna plaza (¡a veces misión imposible!), para conseguir un papelón de pescaíto frito o si llega la hora de ir al baño, donde departirás charlas surrealistas con los que te encuentres allí.

 

Cádiz, en carnavales, es un bastinazo.