De calle

¡Si me queréis, irse!

Las callejeras llevan su propio ritmo, tienen sus propios códigos y su propia filosofía

Por  23:56 h.

El que les escribe lleva algunos años ya en esto de las agrupaciones callejeras del carnaval de Cádiz y le gustaría hacer una pequeña petición a medios como el que generosamente me ofrece esta columna para que me exprese con libertad, pero que también haré extensivo al resto de la prensa, radio y televisión; si al menos sirve para la reflexión me daré por satisfecho. Parafraseando a mis siempre admirados Paco Rosado y Luis Ripoll en aquel precioso pasodoble de ‘El Bache’ de 1993 –año precisamente de mi estreno en callejeras– os digo: «deja tranquila a la callejera, déjala no seas ingrata». De verdad, las callejeras llevan su propio ritmo, tienen sus propios códigos y su propia filosofía, han renunciado voluntariamente a normas, reglamentos, envidias y competencia. No me la ‘COACifiquéis’ (la cercanía con ‘crucifiquéis’ asusta un poco, ahora que la leo).

Pasamos de la veintena de agrupaciones que había en los ochenta, a duplicar esa cantidad en los años noventa y a que poco a poco con el talento, el esfuerzo y la aportación de todas, el público que en un principio lo era de coros y tablaos, se fuese convirtiendo a la nueva religión en la que se abrazaba el cuplé de pelo y la más fina ironía. Empezamos a tener público propio, y con ello a dejar de ‘mendigar’ ser escuchados en los alrededores del mercado los domingos y lunes de coros. Recuerdo el compañerismo entre callejeras, el respeto, la manera de compartir público y plaza en aquellos ‘mano a mano’ de cuplés; todo ello se está perdiendo o se ha perdido ya.

Si nos queréis –como sentenció la Faraona– olvidadnos un poquito, en serio. Nos manejamos en un frágil ecosistema con su propio equilibrio natural. No quiero ser descortés y seguro que no hay mala intención cuando desde los medios establecéis ‘cabezas de serie’ también en la calle, pero estos prejuicios devuelven a la inmensa mayoría de callejeras, de nuevo, a la mendicidad. Dejad que sea el boca a boca el que determine la calidad, pero no colaboremos en vaciar el patio de butacas a tantas callejeras jóvenes y prometedoras. Si pretendéis echar una mano, por favor, que no sea al cuello. Pensadlo al menos.