Tapones para los oídos
Aunque se sea un entusiasta del Carnaval, todo tiene un límite y hablo desde una butaca del Falla, es decir, como espectadora que se compra su entrada y que no puede tener más ilusión por asistir a una de las sesiones preliminares. Que todos tenemos derecho a concursar, ya lo sé, no hace falta que me lo repitan. De hecho es algo en lo que estamos de acuerdo prácticamente todos, pero lo que no me vale es que la gente no sea consciente de sus propias cualidades y defectos. Yo estoy loca por salir en una agrupación pero no tanto como para torturar a los aficionados que no tienen culpa de que yo no sea una virtuosa. No entiendo que no haya familiares o amigos que te aconsejen ceder a las ganas y al corazón. Para eso ya está la calle donde no hay taquillas de por medio. Y menos mal que me considero poco exigente.
Siempre me digo a mí misma que se lo han tenido que currar, que se han gastado las pelas en el tipo, que están más encantados de la vida que nadie y, por ejemplo en el caso de algunas foráneas, me autoconvenzo de que ha sido un verdadero sacrificio el haberse desplazado hasta Cádiz. Como comentaba el pasado jueves Paco Rosado, ya tenemos cosas pésimas en nuestra ciudad. Y es que hay algunos que se empeñan en querer enseñarnos cómo se puede hacer peor. Sólo les invito a sentarse en el gallinero a escuchar, a ver cuánto tiempo aguantan sin ir a tomarse una cervecita a las primeras de cambio. Pongo los modelos de Fama o de OT, academias que este año están tan de moda. En estos programas se nos enseñan trocitos de casting y los elegidos son los que intentan divertir y sorprender a los espectadores. ¡Pero claro!, si ya protestan los que no acceden a la siguiente ronda, imagínense el grito en el cielo que pondrían, porque apenas han salido en la tele.
Tal vez con este tipo de «cortes» se le quite a más de uno la intención de participar en años venideros. Otro inconveniente que acarrea el poco «pedigrí» de algunos es que el prestigio se va deteriorando y ésto no deberíamos perderlo nunca. Igual que se dice que el Falla impone respeto, deberían los aludidos empezar por respetar el Teatro desistiendo en el intento. Me temo que mis quejas caerán en saco roto porque la llegada de autobuses, significa dinero que infla las arcas del Ayuntamiento y, por consiguiente, de la ciudad.