PREGUNTAS INCÓMODAS
Nada como la mirada nueva. No, no hablo de sexo, ni de matrimonio, de infidelidades, ni siquiera de cine, ni de novela. Seguimos con el Falla pero con un amigo mesetario. No es de Madrid pero casi. De por allí. Vemos la sesión juntos los tres: la pizza, él y yo. Y yo me luzco al explicarle lo de siempre (las cuatro modalidades, las diferencias, los tipos de coplas y el orden en que se cantan… Ya saben el manual de inicio rápido). Pero de pronto, fruto de la inocencia, del sabio desconocimiento, de la lúcida ignorancia, suelta preguntas como: «¿Cuántas veces dicen ‘Cádizzz’ y ‘gaditano’ al cabo de una noche? ¿Y dices que eso pasa todas las noches de todos los años? ¿No se cansan? ¿No temen perder puntos por ser poco originales? ¿Todos aman ‘Cádizzz’?». Y te das cuenta de que por más años que le lleves de ventaja al visitante, hay preguntas que no te has hecho. O que no te has respondido. Que lo mismo es. Luego vuelve a las preguntas cómodas. ¿Cuántos días duraba esto? ¿Pero la fiesta de verdad viene después, no? y todas esas que nos sabemos. Hasta que vuelve a iluminarse la bombillita de la brillantez involuntaria. Acaban de cantar ‘Los herederos del Levante’. Los componentes se abrazan al caer el telón. Y dice el observador: «¿Éstos también están contentos? ¿Por qué?». Y vuelves a quedarte sin el catálogo general de respuestas para explicar el Carnaval y el Concurso. Cuando ya crees que has superado todos los apuros y vuelves a la comodidad de las contestaciones de multidifusión, las de todos los años, suelta la última y mayor: «¿Por qué hay tanta gente tan joven en el público? ¿Si en casi todos los espectáculos abundan los espectadores maduritos, por qué aquí no?».