Poesía
Yo creo que la señora Esperanza Aguirre debería dejarlo todo por un tiempo y venirse a Cádiz a conocer nuestro Carnaval. Pero venirse ahora; no en febrero; sino a tiempo para vivir el Concurso. Total, a excepción de dos o tres, ya nadie escribe letras incisivas; esa moda se dio cuando el Ayuntamiento no era de derechas, ahora, una vez quitados de en medio los que, por lo visto, estorbaban, nadie pone en duda la gestión del equipo de gobierno; todo marcha a las mil maravillas: la Caleta sigue siendo un tesoro aunque haya que subirse en el tejado de un bar para ver sus puestas de sol, y un barrio tan feo y tan maltratado como la Viña, sigue necesitando una Virgen que le pare las aguas cuando cae un chaparrón, como en el siglo XVIII, porque los tragantes no tragan; como decía la copla: «¿Cuándo llegará ese día/ que arreglen los callejones/ y limpien las cañerías?/ ¿Por qué no encalan las casas y quitan la porquería? A mí me da hasta vergüenza/ muchas veces de pasar/ mas cuando sopla el levante/ pa qué te voy a contar: / la peste que allí se forma/ no se puede soportar». Era del año 67 del siglo pasado y, todavía, se podría seguir cantando. En aquélla época éramos tan tontos que agradecíamos esas letras y nos sentíamos orgullosos de que las coplas de Carnaval sirvieran para la denuncia y de que tuviéramos la posibilidad, que muy poca gente tenía en España, de poder pregonar por las calles lo que más nos doliera. Qué tontería ¿no?
Menos mal que la gente recuperó la cordura y se dedicó a la poesía «fisna» y lo que se premia y se ovaciona en el Falla, ya lo he dicho mucho, es el meta-concurso, el meta-carnaval y esos piropos apasionados a la gaditana que no se pué aguantá de guapa. Pasodoble al redoble de la caja, comparándolo con el tren que nos lleva a la Gloria; a la caricia de la maza del bombo sobre el pellejo, que es como el latido del corazón de un niño en el vientre de su madre; a los parches de la cara, que son dos amapolas arrancadas por un pierrot…Y qué se yo cuánta poesía carnavalesca. Los tipos también tienen que ir siempre relacionados con Cádiz y su concurso: si vamos de médicos, es para curar los «males» que nos provoca un tango bien cantado; si vamos de locos, somos locos del Carnaval; si vamos de presos, el Falla es la prisión; si vamos de pescadores, ¡Ay!, somos, como Antonio Molina, pescadores de coplas… Y así todo.
La señora Esperanza Aguirre, que ahora está rodeada por esa gente malvada de la Prensa que no quiere más que titulares, debería saber que aquí no amargamos a nadie criticando la falta de trabajo; que nuestras coplas las dirigimos a Cayetana y su novio y a Falete y el suyo; que estamos tan ocupados con los programas del corazón, con esa cosa tan elegante de las peinetas y los abanicos de Canal Sur y con el fútbol, que no nos interesa preocuparnos de afligir a nadie con críticas a la situación; así que aquí puede estar tranquila hasta que pase la marea esa tan negra de los espionajes. Porque aquí, si hay algún espionaje es entre los coros para tratar de averiguar cuánto bocadillos van a llevar para los carruseles o ese otro que he encargado yo para ver si es verdad que Monforte le echa chícharos a la ensaladilla rusa.
Mañana será otro día.