Milagro, milagro
Imagino que a muchos aficionados se le hinchará el pescuezo al volver a escucharlo, pero muchos lo pensamos. Nos han robado la comparsa, al menos, el concepto con el que crecimos, el que teníamos desde pequeños, aquella idea simple con la que nació hace medio siglo, que la convertía en una chirigota con unos pocos elementos adicionales. No es que nos neguemos a la evolución. Es que no nos gusta la que se ha elegido. Los que así pensamos hemos tenido consuelos durante los últimos 20 años. Las mejores comparsas que recordamos en este periodo son, y no es un error, Kadi City, Las Ruinas y Los Yesterday…
También celebramos las creaciones más gloriosamente infantiles y aventureras de Martínez Ares (El Brujo, Los Piratas…) más allá de eso, desde Agua Clara nos hemos hecho alguna ilusión con El Bache, con el primer Tino Tovar, para comprobar después que los mismos autores que nos esperanzaban con el regreso a la sencillez, con la vuelta a algo con lo que conectáramos inmediatamente (que pudiéramos cantar, incluso recordar al segundo golpe de play…) nos traicionaban y se alineaban con el puñetero barroquismo. Los que tienen un sentido lúdico, algo pasional pero pícaro y festivo de la comparsa no tuvieron esperanza que echarse a la boca hasta que les despertaron unos trasnochadores. No triunfaron en el Falla, con lo bien que viene que ganen los equipos que juegan como a uno le gusta y todos los demás los imiten. Fue otra frustración. Este año, la comparsa amable que muchos añoramos es minoría. Muchos aficionados parecen querer otra cosa. Los autores no desean, no saben o no pueden regresar a la complejísima sencillez de la esencia. Hará falta un milagro para que reaparezca. Y los milagros, ya se sabe, sólo los hacen los santos.