La Viña recobra su papel como anfitriona del tango gaditano
El más veterano de los enemigos del Carnaval, porque el patoseo y la masificación tienen pocos trienios, es el cielo. Si lo climatológico respeta, todo va rodado. Este febrero tardío ha resultado ser marzo adelantado y las tardes de sol, las noches llevaderas, animan al más muermo. Anoche volvió a quedar demostrado en La Viña. Su carrusel de coros, rey absoluto desde hace décadas de un viernes sin demasiada programación, se convirtió en una cita masiva y festiva. Las calles del viejo barrio marinero que fuera campo de parras se llenó nada más anochecer y así seguía, plagado de tangos, más allá de medianoche.
Dos fueron los recorridos que los coros realizaron, sin incidentes al cierre de esta edición. Por un lado, una caravana de bateas transcurrió por la calle de la Rosa, Martínez Campos, Cristo de la Misericordia y Virgen de la Palma. En este pelotón estaban ‘Sequita te via dejá’, ‘Los señores de la naturaleza’, ‘Las cacas’ y ‘Los muñecos de Cádiz de verdad…’.
Un segundo bloque de coros hizo el camino por otro recorrido: Pericón de Cádiz, Cristo de la Misericordia y Virgen de la Palma. En esta línea de tangos sonaron ‘Un mundo aparte’, ‘The Cádiz gospel choir’, ‘La nueva Cádiz’ y ‘El palacio’.
En la alineación se echan de menos algunos grandes nombres. Por ejemplo, el del primer premio, ‘El amanecer’, y el de otro finalista, ‘Bollywood’. Tampoco estaba en la lista el que ha sido considerado como cajonazo de la modalidad, el de Nandi Migueles: ‘Los niños (el musical)’.
Tangos despacio
Como suele ser habitual, resultó un carrusel diferente para un barrio diferente. Algo distinto en un sitio distinto. En La Viña, el Carnaval se siente en casa, se mueve a su aire y suena de otra forma. Es su territorio natural, aunque en los últimos años haya ocupado casi todo el casco antiguo, menos Santa María, espacio flamenco que a punto estará de ser asaltado.
Por esa familiaridad, el carrusel de coros se desenvuelve con otra pausa, con un ritmo cadencioso y con muchos más tangos. Los coros tardaron más en recorrer unos pocos metros que en cualquier otra cita, porque hay más público que les espera, más ganas de escuchar. El resultado es que se ven obligado a emplear más repertorio como munición.
Los que llegaron más tarde y no pudieron o quisieron acercarse, tuvieron el impagable consuelo de las chirigotas ilegales, que se apostaron desde el Corralón y Valcárcel hasta el Falla, diseminados por el laberinto de calles que ofrecen el mejor escenario.
El público fue abundante, casi desbordante, como ha sido la tónica en un Carnaval que deja la sensación de que la calle, las ilegales y los carruseles, también empiezan a tener el mismo problema de gigantismo que el Concurso. Con las esquinas más populares convertidas en hormigueros, como la de Casa Manteca o la más cercana a la Peña El Erizo, los más osados intentaron moverse en unas apreturas que siempre se desplazaban al ritmo de las bateas.
Los más picaítos de la fiesta saben que se les acaban las horas. El de ayer fue el tango del cisne porque la muerte de la Bruja Piti, precozmente abrasada pero aún viva en espíritu, se acerca.
Quedan menos de 48 horas para que todo se acabe, dos carruseles más, el de hoy en el Mentidero y el dominical grande.
La Viña, en el fondo, es un gigantesco toque de atención, el primero de los tres timbres.
Llega el final.