La historia del Cuarteto de Rota contada en primera persona

Carta abierta de José Balsa Cirrito

En principio, me parece recordar que la idea del cuarteto se me ocurrió a mí. Nosotros éramos muy poco carnavaleros, en el sentido de gente que sigue con fervor el Concurso de Carnaval. Ni siquiera teníamos muy clara la distinción entre las diferentes modalidades, aunque solíamos disfrazarnos y montar unas agrupaciones que no dudo en calificar de perversas. Nos presentábamos por fiestas, peñas y restaurantes, y nos echaban de casi todos lados, básicamente porque no se nos entendía lo que cantábamos. (Si deduces que es porque estábamos borrachos, no te voy a contradecir).

Como digo, yo les planteé a Maikol y a Felipe la idea de hacer un cuarteto, aunque mi idea era muy diferente y bastante macarra. Yo quería hacer un cuarteto sobre la Familia Real, con la intención de que nos cerraran las cortinas (aunque yo, sin coña, sea muy monárquico). Sin embargo, Maikol apuntó la idea de que lo hiciéramos sobre dos primos gitanos que están en la mili, que era una broma que Maikol y Felipe solían hacer cuando nos íbamos de juerga.

A partir de ahí comenzamos a trabajar, aunque a trabajar de una forma muy extraña. Para colmo, uno de los componentes decidió bajarse del carro, porque estaba haciendo el servicio militar y temía algún tipo de represalia, con lo que yo, que en principio tenía un papel de soldado, hube de tomar el personaje del sargento. A Felipe se le ocurrió que el carácter que nos faltaba lo interpretara un maniquí. Es curioso, pero a nosotros esto nos parecía un detalle menor, sin embargo, fue quizás una de las cosas que más llamó la atención en su momento.

En fin, comenzamos a ensayar, pero cambiábamos los textos cada día, y nuestro progreso era muy dudoso. Puedo contar que mucha gente nos ha dicho que nuestra actuación más memorable fue el ensayo general de nuestro primer año. No nos sabíamos casi nada del libreto, e improvisábamos de manera desatada, introduciendo comentarios despiadados sobre personajes locales. A todo el mundo no le debió gustar aquella actuación, porque según nos dijo más tarde el concejal de Fiestas del Ayuntamiento de Rota, el representante municipal recibió la visita de algunos carnavaleros de nuestra ciudad en la que le pedían que nos convenciera de que no fuéramos al Falla, porque iba a ser “una vergüenza para Rota”.

El primer día que fuimos al Falla creo que fue el que más disfrutamos. Estábamos muy nerviosos. Para colmo, cuando el locutor anunció al teatro que venía un cuarteto desde Rota, el patio de butacas se vació casi por completo. Soltamos los primeros chistes y no se reía casi nadie. Pero poco a poco aquello se fue calentando, y el público empezó a soltar las primeras carcajadas. La gente que había salido al ambigú volvió dentro al oír las risas. Al final de la actuación la gente nos despedía en pie en medio de un gran clamor.

De todas formas, la bola comenzó a crecer al día siguiente. En el Diario de Cádiz nos pusieron por las nubes. Las radios empezaron a hablar de nosotros como si fuéramos los mesías del cuarteto. En la semifinal creo que batimos un récord de permanencia en el escenario que debe estar vigente todavía. Nuestra actuación duró ¡casi una hora! Estábamos tan a gusto que nos dejamos ir, e improvisamos como si el mundo no se fuera a acabar.

El hecho de no ganar el Primer Premio no nos afectó mucho, porque nunca pensamos que fuéramos a pasar ni siquiera las preliminares. El Wiki, que fue quien nos venció, la verdad es que era un intérprete muy divertido y con una gran vis cómica.

Desde ese momento vino un auténtico desmadre de actuaciones y contratos que, francamente, no nos esperábamos. Empezamos a ganar dinero (al mismo tiempo que aparcábamos nuestros estudios universitarios) y a recorrer Andalucía. Además, Maikol, a quien no le gustaba mucho lo de salir de gira, empezó a pedir un caché realmente alto. Para nuestra sorpresa, las empresas accedían a pagarnos, porque, por alguna razón que se me escapa, llenábamos donde quiera que fuéramos. Paco Rubio se convirtió en nuestro manager y aquello se disparó.

La verdad, es que en aquel momento fuimos algo diferente en el Carnaval. Éramos, por así decirlo, modernos, muy alejados de la estética habitual, sobre todo de los cuartetos, que solían estar copados por intérpretes muy veteranos. Nuestros chistes creo que eran de otro tono, sobre todo porque nuestro ídolo era Woody Allen y no Juan Rivero (dicho sea con todo el respeto y cariño para este último, con quien mantuvimos muy buena relación). Tuvimos también mucha complicidad con la comparsa de Enrique Villegas y con nuestros “hermanos” de la chirigota del Love. Eso sí, nosotros teníamos un puntito un poco pedante y sobrado de culturetas universitarios que ahora nos avergüenza un poco.

En Cádiz siempre nos pareció de que sentían un gran afecto por nosotros, y que, de hecho, nos tenían por gaditanos, ya que estudiábamos y vivíamos la mayor parte del año allí. En realidad, nos considerábamos roteño-gaditanos

Fueron años ciertamente intensos, especialmente el de nuestro segundo cuarteto, donde creo poder decir sin ninguna duda que fuimos los máximos triunfadores del Concurso. A partir de ahí nos convertimos en una especie de atracción de feria, y lo menciono sin coña, ya que en muchas ocasiones actuamos en ferias, con la caseta de al lado atronando con una orquesta que atacaba La Bamba o Los hermanos Pinzones o algo por el estilo (lo cual muchas veces aprovechábamos para nuestra actuación). Por supuesto, nos lo pasamos muy bien. Incluso algo más allá que bien.

Duramos solo tres años porque nuestra forma de trabajar era un poco agotadora. Actuábamos hasta finales de septiembre. Luego pasábamos del asunto un par de meses. Posteriormente, en Navidades, nos recluíamos y empezábamos a funcionar, a razón de ocho o diez horas de ensayos diarias, durante dos o tres semanas, aunque como estábamos todo el tiempo cambiando las letras, a menudo no sabíamos la mañana de un día de concurso los textos de lo que íbamos a interpretar por la noche. De hecho, en más de una ocasión actuábamos con las letras ocultas en algún elemento del atrezzo.

También tengo que decir que nuestra afición carnavalera era más callejera que de concurso. Siempre nos preguntan que por qué no seguimos más tiempo acudiendo al Falla. En realidad, la pregunta debería ser que cómo es que duramos tanto.

Por supuesto, nos halaga mucho que se acuerden de nosotros en Cádiz, aunque lo cierto es que estamos bastante desconectados de lo que es ahora el Carnaval. Sobre todo porque el Carnaval para nosotros está asociado con una época muy concreta de nuestras vidas, una época en la que éramos extremadamente jóvenes, felices e ingenuos y, obviamente, el recuerdo de la misma nos produce nostalgia y melancolía. Quiero decir que salvo algunas chirigotas, hemos visto pocas agrupaciones desde entonces.

Sobre los cuarteteros históricos, nos gustaban el Libi y el Peña, aunque al Peña solo lo vimos después de que dejara de salir, puesto que compartimos con él algunos actos públicos. Y tenemos que decir que era un hombre extremadamente divertido (lo recuerdo siempre contando el chiste de la mojarrita).

No obstante, tengo la sensación de que nuestra huella en el Carnaval (caso que la dejáramos, que no estoy seguro), se vio sobre todo en algunas chirigotas de los años inmediatamente posteriores a nuestra aparición, que se acercaban, aproximadamente, a nuestra “ideología”. Los salmolontropos verdes, por ejemplo, es la chirigota que hubiéramos hecho nosotros si supiéramos cantar.

Nuestros papeles venían a ser algo así como que Maikol era el director en los ensayos, y yo era el director cuando actuábamos en público, ya que yo era el único que tenía que memorizar el texto completo para evitar que nos saliéramos de madre (salvo cuando los cambios eran demasiados que, como dije antes, llevábamos alguna chuleta en el burladero de Currito de la Cruz o en el capacho del año que hicimos de albañiles). Felipe, por su parte, tenía la función de rematar los mejores chistes y bastante libertad.

En mi opinión, eran los dos mejores compañeros posibles. Maikol es, sencillamente, la persona de mayor ingenio que he conocido en mi vida, capaz de auténticas hazañas de agudeza. Y Felipe, el tío con más gracia natural que me haya podido topar, teniendo el talento de darle la vuelta a una frase para que resultara mucho más cómica. En ese sentido, no me puedo comparar con ellos, salvo que mi rol era el de sex simbol del cuarteto. Lamentablemente, era el más agotador, porque la mayoría de las chicas acababan en mis brazos. Pero, bueno, uno acaba acostumbrándose.

Posteriormente, y para informarte, hicimos algunos intentos de formar un trío humorístico, y realizamos algunos castings en Madrid, pero, la verdad, la vida del artisteo nos agotaba, sobre todo a Maikol y a mí.

Felipe, de todas formas, estuvo unos cuantos años más en la pomada, apareciendo en varios programas de la televisión nacional de gran éxito, sobre todo en Genio y Figura, con Chiquito de la Calzada y Paz Padilla. También estuvo en varios programas de Canal Sur. Cuando lo dejó, comenzó a trabajar en la Piscina Municipal de Rota, de la que fue director. Ahora ejerce labores en la Delegación de Deportes del Ayto. roteño.

Maikol estuvo en Canal Sur Radio durante un tiempo. Luego se fue a Madrid y actuó como guionista de diversos programas de gran audiencia, tantos que sería largo mencionarlos todos. Más tarde creó y dirigió durante diez años el programa El intermedio en La Sexta, con el Gran Wyoming, que terminó abandonando por agotamiento. En la actualidad, sigue trabajando para la productora Globomedia en programas muy destacados.

Por mi parte, yo estuve trabajando durante unos años en Onda Cero. Luego me saqué las oposiciones de profesor de Secundaria (fui el único que acabó la carrera) y ahora ejerzo como profesor en un instituto. Paralelamente, he llevado una carrera literaria en la que he publicado varias novelas y obras de teatro (todas ganadoras de algún premio). Curiosamente, he de decir que nuestra experiencia en el cuarteto me ayuda mucho cuando escribo teatro. Creo poder adivinar cuando algo va a hacer gracia. En fin, he sido un poco largo, pero es que, como en la anécdota aquella de la secretaria a la que pidieron un informe para el día siguiente y se presentó con cien páginas impresas, “no he tenido tiempo para hacerlo más corto”.