La envidia
Hay individuos que nacen para ir haciendo daño por el mundo. Son esas personas que nunca están conformes con lo que tienen; pero no por inconformismo o ambición, no: por tristeza o pesar del bien ajeno. Por esa envidia enlutada del que no consiente que el prójimo tenga lo mismo que él. Por ese torpe pecado capital que sólo conduce a volverse umbroso a quien lo nutre: el que te arrebata la sonrisa y la trueca en un mohín umbroso y macilento.
Porque hay una serie de pecados que proporcionan satisfacciones diversas; por ejemplo, la gula puede traer consigo el deleite de lo pantagruélico; la lascivia puede proporcionar hijos como serafines; la pereza nos muestra los caminos serpenteantes y plácidos de la siesta…Pero la envidia nos convierte en noctívagos; en seres exangües que necesitan morder a los demás para sobrevivir; que necesitan libar la sangre ajena para mantenerse erectos sobre un mundo que les es ajeno porque sólo le aportan desánimo y voluntad de ajar y vejar; de afrentar y deslucir a aquéllos que él mismo convierte en enemigos.
Joaquín Quiñones se ha conducido siempre como un ejemplo de lo que digo. No entró en el Carnaval para recibir las satisfacciones que nos proporciona el trabajo bien hecho: él sufre siempre; tanto si es premiado como si no. Es, como yo, un autor incompleto; pues ninguno de los dos sabemos hacer buenos cuplés. La diferencia es que yo lo sé y lo reconozco: él se apunta los cuplés de los demás cuando son buenos.
No conoce la autocrítica y considera «cajonazos» aquéllas agrupaciones que son consideradas bajitas por público y jurado. De modo que no le duelen prendas recurrir a lo que haga falta: juzgado de guardia o insidia.
Cuando mis amigos y yo sacamos El bache, ni por asomo él pensó que aquella comparsa pudiera llegar a semifinales; pero hete aquí que la comparsa, en el primer pase no dejó a nadie indiferente. A partir de ahí, el enemigo voluntario Quiñones y los adláteres que le contemplan, se dedicaron a sembrar la insidia y a desprestigiar a una comparsa que sólo la haría él en sueños.
Decían que su presentación valía más que todo nuestro repertorio; pero es más, quisieron promover un plante de comparsas si la nuestra llegaba a la Final; y a pueblo que iban a cantar, iban diciendo que en Cádiz sólo se premiaban a comparsas mamarrachos.
Lo curioso de todo esto es que a mí no llegó a hacerme ningún daño y a él todavía no se le ha pasado el disgusto y sigue buscando en los cubos de basura algún resto que pueda encontrar para decir que es mío. Tengo unas ganas de que lo nombren pregonero…
¡Ah! dice el poeta que Lola y Charo son «alma máter» del Patronato ¿Sabrá lo que les ha dicho a las criaturas? Siempre he dicho que leer tanto el Marca no puede traer nada bueno.
Mañana será otro día.