La copla perfecta II
Ayer decía que nos pasamos la vida (por
 lo menos yo), buscando la copla perfecta; y tras eso cabría preguntarse
 cómo debería ser esa copla; y ahí es donde surge la controversia,
 porque muchos se conforman con que la letra les llegue, diga ésta lo
 que diga y otros esperan siempre algo más.
 En principio, el tema debe ser libérrimo; es decir, que nadie se
 debe sentir obligado a escribir de tal o cual asunto. Cuando se escribe
 bien, aunque se le escriba a la cama, se puede hacer una copla
 perfecta. La música ya sabemos que sólo es vehículo de la letra; pero
 hay que tener en cuenta que en el AVE se viaja mejor que en un
 «mercancías». El grupo sólo tiene la misión de hacer que tú no tengas
 que leer la letra; pero si además te transmite su espíritu, mejor que
 mejor. Ya sólo nos queda la letra propiamente dicha; y aquí faltaría
 espacio para explicar cómo debería ser ésta, aunque se podría intentar
 una somera aproximación.
Una vez elegido el asunto del que vamos a tratar, deberíamos cuidar
 de no traspasar algunas fronteras; por ejemplo: nunca confundir lo fino
 y elegante con lo meramente cursi; tampoco lo poético con lo trillado
 y, mucho menos, lo sentimental (la comparsa es sentimiento) con lo
 melodramático; que a veces un epíteto mal usado o a destiempo nos
 estropea una buena copla: no es lo mismo, aunque lo parezca, decir «en
 la fría cama de un hospital» que «en la cama fría de un hospital»;
 tampoco es muy poético, si estamos enumerando todo lo bonito que hay en
 la Caleta en su atardecer, nombrar el lava pies que hay a la entrada.
Pero lo más importante es escribir con sinceridad; y eso es lo que
 noto últimamente: que se hacen muchas coplas «de concurso»; letras que
 den juego en la competición y no letras para la historia; ya se sabe
 que uno va a concursar y, a ser posible, ganar; pero ¿no es mejor para
 nuestro ego que nuestras letras sirvan por siempre, aunque no ganen
 premios, que conseguir un premio y que nuestras coplas cansen en cuanto
 se escuchen dos o tres veces? Yo conozco letras que fueron encumbradas
 en su día por no exigirles un mínimo de calidad y ahora sirven de
 cachondeo por no soportar una revisión. Y ya no vale ampararse en eso
 tan socorrido de que esto es una «fiesta popular», que ya el que más y
 el que menos ha ido al Instituto. Y otra cosa, que nadie que lea esto
 caiga en la tentación de pensar que yo me creo un experto: yo digo cómo
 no se deben hacer las cosas, pero no significa que sepa hacerlas:
 tampoco saben torear todos los críticos taurinos.
Mañana será otro día.