García Argüez: “Esta biografía es la verdad de Subiela, no un ajuste de cuentas”

"Ángel es una mezcla de abuelo sabio y angango loco, pero muchas 'cachetás' se las ha llevado por defender a su grupo. Con él se personaliza demasiado"

Miguel Ángel García Argüez (1969) es un escritor con fuerte vocación pedagógica, un fervoroso aficionado al Carnaval de Cádiz como vía de expresión cultural y antropológica, y también autor de una de las comparsas más seguidas del Concurso del Falla. Sí, la de Subiela. El Chapa es todo esto y por ese orden, aunque el levante revuelva papeles y pasiones cuando se acerca febrero. Con esa mirada se ha acercado a la figura de su director, con quien ha compartido el último lustro, para alumbrar una biografía que tiene mucho de historia, confesión y redención, anécdotas y batallas, amores y desamores como la vida misma. Mucho de eso y todo de Carnaval. Controvertido, visceral, querido y discutido, nadie puede negar que los latidos del corazón de Ángel han marcado las últimas tres décadas de la modalidad más pasional. Así no extraña que de balas, esas alas negras se fueron quedando.

-En El Corazón del Ángel, se cuenta la verdad de Subiela…

-…una verdad imperfecta, imprecisa, pero honesta, sincera y colectiva. No existe la verdad absoluta, son los años y las vivencias que la memoria tiende a deformar y difuminar con el paso del tiempo. Y sería una pena perderlas. También las cuentan personas cercanas desde un punto de vista diferente donde se pueden apreciar los matices y que sirven para confirmar o relativizar lo que cuenta Ángel.

-¿Al protagonista le ha pedido, sobre todo, sinceridad?

-No hizo falta porque él es honesto y sincero. Y sabe que es necesario, porque las comparsas pasarán pero el libro quedará como algo único. Un testimonio directo de su vida. Por eso ejerce también la autocrítica.

-Vida, obra y confesiones de Ángel Subiela. ¿Lo ha tomado también como una expiación de sus pecados?

-Es el libro el que da forma al título, y en cierto modo es así. Ángel es muy parlanchín y cuenta muchas batallitas, pero aquí me ha contados cosas que nunca me dijo, heridas abiertas, dolores sinceros, especialmente por perder amistades por culpa del Carnaval, lo que le da más pena. El Corazón del Ángel le ha servido para reflexionar sobre asuntos que normalmente están guardados y arrinconados, y le ha podido ser útil, servirle como redención.

-¿Le gusta cómo ha quedado el resultado?

-Es la biografía con la que fantaseé. Lo único, más largo de lo que esperaba, pero es que Ángel habla mucho. Es un libro interesante, fácil de leer, pero a la vez hondo y fértil, que cumple una función pedagógica. Yo he aprendido mucho. Y es que he podido ver el revés del tapiz, que no es tan deslumbrante pero es la más interesante, porque percibes el trabajo que hay detrás, los problemas, las correcciones, y ves por qué es un tapiz, más allá de lo que muestra por su parte visible.

-En cuanto al estilo, apuesta por un narrador analítico y descriptivo, y cambia a un lenguaje más coloquial cuando entran en juego los testimonios de los protagonistas.

-Está hecho así a propósito. Mantengo sus palabras incluso con las coletillas. Debía tomar decisiones a nivel técnico, y quería conservar la frescura de sus expresiones, haciendo transcripciones literales para darle dinamismo y frescura. Eso se alterna con mi voz, más analítica, externa y objetiva, quitando piruetas literarias, reservadas sólo para la introducción, las primeras páginas. El final me planteaba muchas dudas, cuando ya compartimos estos años de comparsa, y elimino esa voz para acabar con una conversación, un diálogo entre nosotros.

-¿Ha habido veces en las que ha tenido que levantar el lápiz, o Subiela morderse la lengua?

-No ha sido necesario. Antes de afrontar las entrevistas, hablé con Ángel para dejar claras algunas cosas: no podía ser un ajuste de cuentas, ni escribir desde el resentimiento. No puede estar lleno de veneno., ha de ser una biografía justa y luminosa. Como autor incluso le advertí de que se lo quitaría, pero no hizo falta. Si ajusta cuentas es sólo consigo mismo, con una mirada de comprensión y redentora. Está en un punto vital particular, es un ‘abuelito’ que ya ve cerca la retirada y no quiere enfadarse con nadie.

-Junto al protagonista se escuchan las voces, como documentos sonoros, de su inseparable Carli Brihuega, José Fernández, José Luis Naranjo, Chicuelo, sus hijas… ¿cómo eligió a esas personas?

-Buscaba voces para completar su visión, confirmar e incluso corregirla. Hice una lista grande de personas que debían estar ahí pero viendo el tono confesional, entendí que sólo podían ser los más cercanos para dar un sentido al libro. Son aquellos que forman parte del corazón del Ángel.

-Cuando uno lee determinados episodios es inevitable pensar, y querer saber, qué dirían esos otros

protagonistas: Martínez Ares, el Chupa, David Carapapa, etc.

-Es una biografía, no una discusión sobre la figura de Ángel, y si metíamos todos esos testimonios se iba a convertir en un juicio sumarísimo para hablar de Subiela. No era esa la intención. No es un trabajo de investigación, ni periodístico. Todos los que he llamado han querido participar pero finalmente no he podido contar con Paco Leal, por un problema de coordinación, y con Luis de Algeciras, muy importante en la relación que mantuvo con Alejandro Sanz o Paco de Lucía, entre otros artistas. Luis hubiera aportado un anecdotario completísimo, pues por ejemplo fue el propio Sanz el que le pidió hacerse una foto cuando se conocieron, o cuando iba a casa de Paco a comer pescado frito. Finalmente nos quedamos con lo esencial, que es el Carnaval, y éste es un libro hecho desde el Carnaval y para el Carnaval.

-No se puede entender la historia de la comparsa sin Subiela, que sin haber escrito un verso o compuesto una melodía, ha sido capaz de llevar a lo más alto a todos los autores con los que ha salido. ¿Interviene mucho en la creación?

-Hablo por experiencia propia. Cuando me llama para escribir ‘Los doce’, le digo que no me apetece meterme en ese jaleo, porque todos sabemos cuál es su fama. Pero en todo este tiempo no me he sentido coartado como autor, sólo el año de Los luceros un poco porque nos envenenamos demasiado con la competición. Pero no sólo es Ángel, es el grupo, pero él siempre da la cara. También es verdad que por edad y experiencia yo me he encontrado a una persona más calmada. Eso sí, es una máquina creativa de dar ideas, y pasodobles que han pasado a la historia han sido propuestas que ha aportado.

-¿Y por qué luego la historia suele acabar mal?

-Jajaja. yo lo calé desde el principio. Es una mezcla de abuelo sabio, experto, y un angango loco. Se pone chulo y orgulloso y se rebela como un gato cuando pisan a su grupo. Y muchas veces han sido diferencias entre el grupo y el autor, pero él como cara visible y director se lleva las ‘cachetás’. Su trayectoria es muy larga, todos tenemos problemas y con él se personalizan demasiado.

-Aunque no sea su objetivo, la biografía en sí es polémica. Porque trata asuntos, como las rupturas con Ares y Aragón, el conflicto con los Carapapas, tejemanejes del Concurso, que levantan polvareda. ¿le han llegado muchas críticas?

-No me ha llegado nada y mira que he estado alerta. De Ángel no hay malas palabras, son más críticos los demás. Soy consciente del morbo que puede generar el libro, lo entiendo, y yo lo único que quería es que no hubiese revanchismo. Hay comprensión y generosidad, aunque si alguien quiere coger una frase y sacarla de su contexto, puede provocar polémicas. Hay episodios duros, como el del Piru y la polémica con Los ángeles Caídos, y había que abordarlo. Pero por mi parte he hecho lo posible para que se limaran asperezas con todo el mundo. Me encantaría que hiciera las paces con Ares, porque creo que se lo merecen después de todo lo que hicieron y dieron, y sobre todo con Rafa Velázquez el Mejicano, que es la amistad que más le dolió perder por el Carnaval. Y es que no merece la pena.