Érase una vez… un cuento para abrir el telón a la igualdad

Érase una vez... ha sido la única agrupación que ha participado en el COAC con autoría y dirección íntegramente femenina

La comparsa de Isla Cristina es una ‘rara avis’ dentro del Concurso de carnaval. Érase una vez… es la única agrupación cuya autoría, dirección y música son íntegramente femeninas dentro del universo de las cerca de 150 agrupaciones que han participado este año en el COAC 2020. Una excepción que es aún más llamativa en un Concurso abanderado de la libertad, crítico con las normas, contestatario y rebelde pero que sigue, en 2020, manteniendo una concepción arcaica y poco permeable a los cambios de la sociedad. Ana María Salas y Monserrat Mascareña son las responsables de esta pequeña gran revolución que ha llegado desde una localidad muy carnavalera pero emplazada a más de 250 kilómetros del Falla.

«En nuestra familia se puede decir que hemos nacido con un antifaz en la cara y cantando carnaval», arranca Salas. Es una apasionada que vive con intensidad la fiesta. «Siempre he participado en la cabalgata, me he disfrazado y acompañado a las agrupaciones de mi padre pero en esta aventura llevo once años. Y desde hace seis soy directora y autora», explica. Pero en este viaje, no va sola. La acompaña Montserrat Mascareña, una catalana de familia isleña y enamorada del carnaval y de la poesía. Esta autora, que ha sido alumna de Juan Benegas, ha escrito durante años para muchas agrupaciones masculinas y para la cantera. Este año, cambia de registro y es letrista de una comparsa de mujeres. «Juntas y unidas de la mano podemos con lo que sea», cita.

«Muchos se echaron las manos a la cabeza y me tacharon de loca cuando dije que quería cantar en el Falla. Pero, ¿por qué no?. Esta una experiencia de vida y yo recuerdo cuando mi padre y mi abuelo me hablaban de ella», rememora

Ana María. Y es que, para estas dos autoras hay que superar el miedo que induce a pensar que el COAC es cosa de hombres porque «no es cuestión de sexos». Sobre las razones que provocan que la presencia femenina en el Concurso sea pírrica, creen que la mujer sigue soportando más responsabilidades derivadas tanto del hogar como con la familia. «En ocasiones, somos nosotras mismas las que no nos permitimos desarrollar esta faceta. Todos podemos hacer de todo y es cuestión de equilibrio».

Esta idea que se recoge también las letras y el tipo de la comparsa, mitad caperucita roja y mitad lobo. «El repertorio habla mucho de la mujer y refuerza la idea de que no estamos solas porque también somos una gran manada. Además, las mujeres tenemos que despertar, que sacar ese lado más fuerte y salvaje para dejar de esperar al príncipe azul de los cuentos. La mujer no debe ser consentida, debe ser libre e igual. En cierta forma es también un toque de atención para nosotras».

En cuanto a los prejuicios, reconocen que al ser una comparsa femenina se las examina con más minuciosidad: «Tienen en cuenta tu tipo de voz y el torrente. Se cuestiona si chillas, si las voces chirrían o si son demasiado agudas. Y, sin embargo, hay muchas comparsas de hombres que están montadas más alto. Hay ideas preconcebidas que nos perjudican y hay que romper con esto. Es cuestión de educación musical y de adaptar el oído a otro tipo de voces».

Salas y Mascareña son, aún sin pretenderlo, la punta de lanza y el viento renovador que llega desde Isla Cristina para poner voz y perspectiva femenina a un Concurso que nunca cerró puertas a nadie, pero cuyo telón siempre ha costado levantar por el peso de la tradición.