Enrique Miranda: «Carnaval al compás del Vaporcito»
«Nací en un rincón gaditano entre botas y redes, allí donde viejo y cansado muere el Guadalete…», literal: en el Hospital San Juan de Dios, justo donde atraca… perdón, atracaba el Vapor. Que bien vienen estos versos de la copla de ‘Los del Puerto’ para entender que, bien fuese por la hora del alumbramiento o por aquello de la premonición, lo que oí en aquellos mis primeros compases de vida fue la bocina que anunciaba la salida de las ‘y media’ del Adriano. Como si me quisiera llevar a bordo para, a las ‘en punto’, traerme de vuelta al Barrio Alto. A la calle Zarza, la casa familiar donde pasé mis primeros años, muy cerquita de Ganado, donde el bar de los Majaras.
En esa década de transición se gestaba la leyenda del grupo que comandó Pedro el pregonero y que por carnavales, desde el tablao de la esquina lanzaba sus voces hasta mi casapuerta: Raza Mora, Cantares, Los Simios…, batallas locales y la conciencia de los de Cádiz viniendo al Concurso del cine Moderno, a usurpar el trono majareta. Ya lo llevaba en vena, sin embargo fue mi etapa universitaria la que me puso en contacto con la madre: estudiaba en la esquina del Falla. Ver arrasar a Martínez Ares en mi concurso, no tiene precio. ¡Qué comparsas las de ese chaval!, ¿cómo pudimos verlo antes en El Puerto?. Sí, ya se, pasen por el teatro el día que canta el grupo del Niño Coplero o búsquenle en cualquier tablao estos carnavales, ¡qué torbellino!…, pero antes le vimos allí, en la Calle Cruces.
Los carnavales y sus coplas, las que me atraparon. Buenos amigos, Dani Aragón, Luis de Algeciras y su grupo, Selu Monzón y la copistería San Rafael, charlas de carnaval y tarde a clase… siempre banda sonora estuviese en Madrid, París o Milán. Ahí llegaron por correo las cintas de La Parra Bomba y Los Yesterday para, simultaneando comparsa y chirigota en mi cascos y sin ser visionario, ir hecho un ‘hippytano’ por il Duomo, a ver al señor Armani.
Nunca imaginé que el destino reservaría a aquel chaval en aquella cuna de la ribera del Guadalete el privilegio de narrar, cuarenta años después, como si me embarcara en vez de en el Vaporcito en la televisión pública gaditana, su gran pasión. Ni siquiera que pisaría las tablas mezclado sueño y realidad, como el que unía por la Bahía a Cádiz y El Puerto, a la Caleta y la Puntilla. Varado y en ruinas, pero con el recuerdo como el de esos viajes surcando olas y palomitas a mi vera. Ojalá le reserve la misma suerte que a mí y sueño de nuevo torne en viajes por la Bahía, porque ese es mi carnaval: copla, poesía, viento, mar y libertad.