En el Falla ya huele a yerbabuena

 María baja parsimoniosamente los escalones de su casa en Pericón de Cádiz. «Tengo 74, pero los voy a cambiar por 47», nos recibe con humor. Vamos camino del Falla, que este año será su primer contacto con el Carnaval. «El temporal lo estropeó el domingo ‘to’; yo no salí siquiera, con lo que he disfrutado con la Erizada, se me hizo el domingo más largo…».
Todavía no tiene las entradas. En la mañana de hoy se acercará por el Ayuntamiento a recogerlas. En este día previo entramos ‘de cuelo’, por la puerta de atrás del teatro.
«Prohibido el paso a toda persona no autorizada», se planta un cartel al final de la rampa que lleva al escenario.  «Cuando viene los artistas que a mí me gustan, me bajo», nos explica mientras recorre de memoria los pasillos del Falla.
Son ya más de 50 años viniendo, por lo que no es extraño que todos los que se encuentran en el coliseo la tarde previa al comienzo de las sesiones le saluden, desde los tramoyistas a los integrantes de los medios de comunicación.
Del palco a las butacas
«Ya la  yerbabuena se sembró, aunque se estropee», saca ánimos María después de unos años alicaída. «Voy a hacer el paseíllo, como los toreros», se apoya mientras emprende el camino que le lleva desde el palco al patio de butacas.
Los trabajadores del teatro siguen ajenos su protocolo, de forma parsimoniosa. Conocen de memoria un ceremonial que tuvo su punto de partida el día 12. «Ya no queda nada, simplemente estamos probando si está todo correctamente puesto», resume un operario.
El ‘kit básico’ del escenario se monta ‘ex profeso’ para Carnaval: un fondo, un ciclorama por si quieren proyectar audiovisuales y todas las varas de luces. «Todo lo que es una puesta en escena», recapitula el personal del teatro.
Otro elemento se suma: las patas, esos pequeños telones laterales sobre los que se suele colocar la publicidad. De hecho, esas pancartas eran de lo poco que faltaba por llegar a última hora de ayer.
El verdadero bullicio arrancará entre las doce y las dos de la tarde de hoy, cuando los encargados por cada agrupación llegarán para traer los forillos y el atrezzo. El Falla emprenderá entonces un ritmo sin fin: al terminar la jornada se los llevarán. Todo volverá a repetirse a la jornada siguiente, a razón de 10 agrupaciones por día.
El estándar de cada pase sólo se rompe con las agrupaciones más puntillosas. «Se supone que lo traen sobre la marcha, pero con tiempo», explican los trabajadores sobre un pulso cotidiano que no les pone nerviosos. «Debe dar tiempo para prepararlo todo en el descanso de 10 minutos entre agrupaciones», sitúan como pico máximo.
«Si quieren luces especiales, sí que lo tienen que indicar con anterioridad, los veteranos ya lo saben», advierten. Con el paso del tiempo, los artistas carnavalescos van cuidando más la puesta en escena: «Cada vez piden más, pero no lo sabremos hasta que vengan», aclara.
Lo pescado en la red
En la puerta principal del Falla, la gente forma cola para recoger las entradas que han adquirido por Internet. Mioentras, María se deja hacer fotos en pleno centro de la fila 3 del patio de butacas, desde donde lanzó sus gritos durante 15 años.
«Era lo que me ponía, eso es mío, no me lo manda decir nadie», defiende su espontaneidad. Hace tres años se le acercaron al palco de Autores para pedirle que animara a una agrupación. «Yo chillo a quien yo quiera, porque no me puedo aguantar», le devolvió al sujeto.
Con los años ha perfeccionado  su técnica: «Habrá otros que lo digan; pero como lo digo yo, no; además en su punto justo, en el intervalo del pasodoble», desvela.
La tarde avanza. María vuelve a Pericón, tras cruzar el umbral trasero del Falla. «Adiós, Pepe, mañana te veo», se despide del personal.