El Dios Momo rescata el testamento de Manolo Santander de entre las cenizas de su hoguera
Manolín, en el nombre del padre, recita en verso los deseos del eterno chirigotero, esculpidos en piedra de la Caleta y desenterrados en su orilla
Momo ardió. Y entre las cenizas, entre los rescoldos de la hoguera, resistía inmortal el testamento de Manolo Santander. Esculpido en las piedras de la Caleta y desenterrado en su orilla, el Dios Momo recitaba estas últimas palabras en verso como un romance en noche de Carnaval. Los deseos del guardián viñero tomaban la garganta de su hijo, nadie mejor para inmortalizar sus pensamientos, para hablar en el nombre del padre. “Lectura del Santo Testamento”, de igual forma que leía salmos y proverbios con ‘Los de Capuchinos’, progenitor y vástago fundían sus voces en San Antonio para insistir en que “hay que cuidar con mimo las cositas de Cádiz”.
Y así Manolín hilvanaba estas tablas de la ley, desenterradas en la orilla de la Caleta y labradas con el fuego del propio Momo. Recogían esos mandamiento que la Tacita y su Carnaval han de grabarse sobre la mente y sobre la piel. Y que pueden resumirse en dos: amarás al Carnaval sobre todas las cosas y a Cádiz como a ti mismo. Un pregón brillante, cuidado en la forma y tremendamente emotivo en el fondo. “No hay nada más grande para un carnavalero ser recordado por sus coplas. Yo estaré vivo en cada música que lleve el 3×4”. Un manifiesto vitalista, engendrado desde el cariño único que puede tener un padre por su hijo. De Santander a Santander, y de Cádiz para Cádiz.
Encabe
La comparsa de Borja Romero, con la sonrisa de Palmi Santander como baluarte, interpretaba el pasodoble de ‘Los de Cádiz norte’ a su niña. Manolín cerraba la primera página del testamento manifestando su enérgica apuesta por los autores comprometidos. “Tengo la esperanza puesto en estos valientes, por decir las verdades se pierden premios.
Pero esta batalla no está perdida, porque aún quedan autores que nos demuestran su frescura y su valentía”. La comparsa de la cantera ‘La ciudad de dios’ respondía con su durísimo pasodoble contra la extrema derecha como símbolo de ese compromiso.
De nuevo irrumpía el ángel Carlitos Pérez para traer el humor y punto cuartetero (todas las modalidades se repartían sus momentos de gloria). “Manolo te está vigilando desde el balcón”, le dice. Y suena la voz de manolo Santander. “Esto de los homenajes es un rollaso”. Tremenda la fortaleza de Manolín, que bromeaba con su padre como en tantas noches de la Viña. “Me estás reventando el pregón”… “Te echamos mucho de menos”. Y San Antonio prorrumpe en aplausos.
El testamento en el pregón del Dios Momo
El testamento en verso continuaba envuelto en la banda sonora de Cádiz, y le tocaba a la música clásica, al tango. El Dios Momo cantaba el pasodoble por tanguillos de la chirigota, con el derroche de talento y arte en el baile de Marta Ortiz con el tipo de La maldición de la lapa negro y el pendón de Cádiz.
La belleza plástica del danzar flamenco antecedía a dos nuevos renglones de la palabra del dios del 3×4. El valor de la amistad, con ‘Los aislados’ de Jona, y el pellizco y la fuerza de los obreros que pelean por su pan, con ‘Los encaidenaos’.
Manolín se quebraba aquí, “¡qué difícil esto!”, tras escuchar la emotiva copla remolinera. Carlitos echaba el capote y traía al Libi, al Magaña y a Harry Pottera. Gracia a rabiar con el espíritu de los dos palos. “Y después de este esperpento, volvemos al testamento”.
La lealtad es un poder que comparten los amigos de la eterna banda del Capitán Veneno, compañero ahora en el cielo. “Ay, Juan, cuánto veneno conseguiste dejar”. De ‘La Gaditaníssima’ al ‘amigo’ de Los condenados, 19 años de leyenda. ‘Como si la vida fuera Carnaval’.
El testamento se detenía en su parte más emotiva. La defensa de esa lealtad es misión inequívoca de ‘El batallón Rebaná’ y su capitán Papafrita. Ellos, que “me acompañarían hasta el mismo infierno”. “Cuidadme mi Teatro, cuidadme esas benditas tablas”… “Qué tienes ladrillitos coloraos”, canta el Séptimo de Caballería. Antes de llegar al silencio donde empezó todo, ‘en la orillita de la Caleta’. Y en ese ‘Me han dicho que el amarillo’ que encendió la mecha en San Antonio. Su madre Meli trae la antorcha bajo la premisa que marca la vida de esta familia tan ligada a su patriarca: creo en la vida eterna de los Carnavales.