El batallón Rebaná defiende con bravura el legado de su capitán Manolo Santander
Arrancaba la emotiva tarde 'en la orillita de la Caleta' y terminaba en 'el escalón de mi Carranza', con unos soldados que acabarían siendo piratas, tiesos, legionarios, monjes, indios, vikingos, cubanos y mafiosos
Y Manolo Santander resucitó en las gargantas de su chirigota. En Cádiz, en febrero y a compás. Porque no podía ser de otra forma. El batallón Rebañá es el ejército que defenderá por siempre el legado del guardián viñero del 3×4. ‘Lleno boquete’ como muescas de las puñaladas que da la vida; con harapos que son retales de las locuras de una existencia marcada por el Carnaval. Pero resistiendo a golpe de caja y bombo y con la copla como única y legítima defensa.
La chirigota, familia y amigos que también lo son, presentaba este domingo su avanzadilla, ‘vida y obra de Manolo Santander’, en el Teatro del Títere. Un espacio conquistado por el Carnaval, para el que no se vendieron entradas pero no quedaba un resquicio por llenar. Representación política y popular para disfrutar de un viaje al pasado marcado por ese tramposo sentimiento de la nostalgia, que siempre gana. El soldado Aculadero, bandera en ristre, irrumpía antes de abrir fuego el resto del grupo con una presentación original bien traída para la ocasión. El ritmo, el soniquete, el timbre, Francis, Emilio, Portilla, Carlos, Manolín… imposible aceptar que ha pasado lo que pasó en septiembre. “Al ataque con tomate”, la rumba de cada año en la puesta en escena, tan igual como diferente. “Como nos dijo el maestro en su última copla hay que morirse cantando. ay. por chirigota”.
El batallón Rebaná, vida y obra de Manolo Santander
Por ello nace y muere este batallón, con uniforme de estreno pese a los visibles destrozos de estos ‘mamarrachos’ liderados por el ‘capitán papafrita’. Unos soldados de corte dieciochesco, con fajines y chalecos abotonados, de los tiempos de la Pepa y Napoleón. Rebosante de detalles chirigoteros, imperante la luna de ‘Los de Cádiz Norte’ y retales de inolvidables chirigotas. Pero camaleónicos, mudaban metafóricamente la piel para ser piratas, tiesos, legionarios, monjes, indios, vikingos, cubanos y mafiosos.
Los mejores pasodobles de Manolo Santander
La lagrimilla asomaba desde el principio, recordando esa discusión entre Manolo Santander y Paco Rosado en 1989 que originó el pasodoble de ‘Hasta que la muerte nos separe’. ‘Mi amigo Paco’ recordaba estos tiempos duros de la Viña, de Cádiz, en época de depresión y con las heridas causadas por la droga y el paro. Arrancaba la tarde ‘en la orillita de la Caleta’ y terminaba en ‘el escalón de mi Carranza’. En el tránsito, momentos para emocionarse con los pasodobles, reír en los cuplés y cantar unas coplas que ya son himnos de una tierra y una afición. Manolín Santander, el vástago que es culpable junto a Meli y Palmi de mantener vivo el legado de padre y esposo, unía el recuerdo a Juan Carlos Aragón cantando el pasodoble de ‘Los primerizos’, de ambos maestros. En un año durísimo, ha hecho suyo el lema de curar las penas cantando.
Manolo Santander, aparte de ser chirigotero, fue padre, marido, viñero y amigo. Muchos de ellos han querido participar en este homenaje. Y su familia chirigotera descargaba esa responsabilidad sobre los hombros de Antonio Martín, que interpretaba un precioso pasodoble original en su memoria elaborado en parte por retazos de varias de sus obras más recordadas. Más que reseñar que el público se puso en pie en varias ocasiones, sería más conveniente afirmar que de vez en cuando permaneció sentado. Cosas de la pasión.
Hubo lágrimas, pero muchas más risas. Es la herencia de un chirigotero que como cada febrero trajo su chirigota, esta vez camuflado bajo el alma de un invencible batallón. Las coplas volvieron a retumbar en la calle San Miguel, en su esquina de siempre, tan frescas, tan propias, tan vivas como su memoria. La de Manuel Santander Cahué.