Bateas como cruces de guía para anunciar que Su Majestad revive

Es la una y media del mediodía y estamos a media hora de que la
primera batea ponga su cruz de guía frente a la librería Manuel de
Falla. En definitiva faltan treinta minutos para que se inicie el
desfile según el Consejo Local de Agrupaciones Carnavalescas. Pero en
ese momento ya hay una gente vestida de india cantando. Son Los del
nuevo mundo y no traen penitentes carnavalescos sino nazarenos, porque
vienen de Sevilla. Le cantan al equipo de baloncesto del Cajasol. Deben
ser los únicos en la historia del Carnaval que lo han hecho.

Frente a ellos, una cofradía carnavalesca con muy pocos penitentes.
Son los de El maravilloso mundo de Cadilandia y están aportando poco a
la crisis porque han quitado de trabajar al del tractor con su idea de
marchar a pie. Tras la levantá de Los del nuevo mundo, viene la suya y
el personal ya se empieza a animar. Muy cerquita, frente al colegio de
arquitectos, hay un grupo que se hacen llamar Los pabellones. Su hábito
es muy simple pero se les identifica porque llevan un gorro de marinero
como Los Hombres del Mar, con el escudo del Descendimiento
serigrafiado. Hay alguien que malentiende un comentario: «Que va hombre
que el coro no es lacio», cuando lo que en realidad se había querido
decir es que era el coro del Lacio.

Llega la hora oficial y sólo hay un integrante de La musigadité
sobre su trono. Este coro, por el nombre y por el atuendo, podría hacer
las delicias de Abel Moreno porque llevan unos escuditos con acordes
musicales que al maestro de Encinasola le volvería loco y seguro que
les sacaría una marcha. Delante de ellos más gente vestida de indio
pero no son Los del nuevo mundo: «Ya le ha dado tiempo a dar la vuelta
comenta una señora». Otra replica rápidamente: «No, estos son otros
indios». Un chaval con una camiseta del Sevilla celebra el cuplé como
su afición el gol de Jesús Navas ante el Atlético de Madrid. La cosa va
de indios.

Ya en la confluencia de Plaza de Mina con Zorrilla aparecen varias
machotas cargadas con botellas de fino. Son Los que mueren por la pipa
de la Paz, de la Pepi, de la Paqui, de la Pilar y se llevaron el tercer
premio en el Falla. A lo lejos ya se divisa a otra cofradía
carnavalesca, El coro del futuro. Se ve que tiene que ser bastante
popular porque trae a una ingente penitencia detrás. El cortejo
discurrió con normalidad, con una enorme muchedumbre a su alrededor y
se recogió conforme a la hora de prevista después de recorrer Tinte y
San Francisco para terminar en Nueva.

Candelaria

En la plaza de Candelaria había establecido otro punto de
inicio de esta carrera oficial. Lo abre un grupo de gente muy joven,
con mucho entusiasmo. Se llama El supercoro y lleva muy pocos años en
la nómina de hermandades carnavalescas. De todas formas tienen muy
buena presentación, gran presencia en la calle y han ido aumentando su
legión de seguidores conforme avanzan los años. Ayer se les vio muy
bien. Detrás de ellos hacen acto de presencia Tirabuzones, que
cofrademente hablando, recuerdan a la Sanidad en el año 1997, más que
nada porque la cuadrilla que canta está integrada sólo por mujeres. Se
han estrenado este concurso y no han tenido mucha suerte pero hay que
seguir contando con ellas para el futuro. Los inicios siempre son
difíciles y en esta modalidad mucho más. Le sigue, La estudiantina, que
es algo así, para que nos entendamos, como El Caído, el coro de los
estudiantes. En su caso aún no han dado el salto a la categoría de
adultos, pero no deben tener problemas para hacerlo en un futuro y con
garantías.

La tercera en pasar en este turno es La bien nacida, el coro de
Juan Antonio Lamas y José Antonio Valdivia. Traen un atuendo un poco
extraño sobre todo en su rostro. Si el orden de premios en la Final del
Falla hubiese sido el del carrera oficial se hubiesen llevado un tercer
premio, pero se han quedado en cuartos de final. Después de pasar por
la tribuna oficial ubicada en el Palillero continuaron su itinerario
por Columela, Plaza de las Flores, Barrié, Sacramento y la calle
Londres para llegar a su templo según el horario establecido.

El último grupo de hermandades carnavalescas fue, sin duda, el más
nutrido y también arrancó en la plaza de Candelaria. Se inició con la
versión carnavalesca de la archicofradía viñera de la Misericordia, una
gente que se lamenta de que hasta se hayan llevado el cuadro de la
Palma. Se llama La jarca de Manué y es una de las bateas más antiguas
de Cádiz y lleva un montón de años sin faltar a la semana de Carnaval.
Este año lo han pasado mal, pero desde el cielo, dos guardianes les
guiñan y comparten sentimientos cada vez que les ven cantar en el
Teatro y después en la calle. Tras ellos, otro grupo que vienen con
hábito de nazarenos carnavalescos, más que de penitentes. Se hacen
llamar Martes de Carnaval y están haciendo una gran publicidad de
nuestra fiesta grande en Triana. Después llegarían los más
irrespetuosos con los horarios que se hacen llamar Killo ten Karma.
Pero la gran sensación fue comprobar como hasta un rojo, como Fidel
Castro, hacía acto de presencia en esta carrera oficial, camuflado en
una especie imitadores de los Beatles que se hacen llamar Cuando yo me
pele y que llega siempre la primera a su templo. Tras ellos El
trocadero, que se incorpora desde Puerto Real y una hermandad medio
ilegal que hizo las delicias del respetable bajo la denominación
Piratas del Cadibe. La nota curiosa la puso el coro de Quico Zamora
que, como el Ecce Mater Tua, pasó de itinerarios oficiales y se fue a
El Cañón

Hoy, Lunes Santo de Carnaval, con más cofradías carnavalescas en la calle, aunque no tantas al ser festivo sólo en la capital.