Bajo el Carnaval popular hay otro que guarda joyas para degustar con pausa
Coplas más allá de los premios y la celebridad: diez repertorios, entre decenas, que merece la pena revisitar
Es innegable la expansión del Carnaval, el boom mediático ha supuesto que sus fronteras se hayan visto diluidas como un azucarillo en el café. No hay rincón del mundo al que no lleguen nuestras coplas, no hay espacio para un alfiler en las sesiones del Gran Teatro Falla. Las hordas de nuevos aficionados que llegan en masa al olor, calor y brillo del nuevo Carnaval hacen que éste esté mutando su esencia para adaptarse al éxito popular, al Carnaval de redes sociales y canciones modernas, al Carnaval de temas generales y livianos.
Si lo que funciona son determinados parámetros allí se dirigen las agrupaciones, dejando a un lado el sello, la identidad y las formas propias y reconocibles de cada cual. Y es lícito que ocurra y se aplauda. En el libre mercado gana quien oferte según la demanda, y los consumidores buscan lo que se acostumbra a ofertar.
Este bucle también anodina al aficionado convirtiéndolo en consumidor de fastfood carnavalesco. El aficionado de hoy, que se mueve como pez en el agua en el fenómeno fan, solo escucha lo que presupone, lo que sigue y lo que está de moda, obviando grandes repertorios y buenas propuestas que por cuestiones de ritmos, modas, circunstancias o limitaciones no aparecen en el maniquí del escaparate de una tienda en la que existen buenas confecciones más allá de las cuatro prendas que publicita la televisión.
Toda esta vorágine está sumiendo en el desconocimiento a los nuevos aficionados que creen que el Carnaval termina en las grandes agrupaciones, en los premios y los grandes nombres de nuestra fiesta.
Detrás de todo ese Carnaval popular y conocido hay otro mucho más apasionante y desconocido que guarda joyas para degustar con detenimiento. Quizás no sean agrupaciones redondas, quizás no hayan conectado en su día, quizás existieran otras mejores, pero los avances de la tecnología nos permiten hoy revisar el pasado, recuperar la memoria y bucear por el recuerdo de buenos repertorios que hoy se encuentran olvidados.
No estamos contraponiendo, estamos sumando. El buen aficionado lo es a la copla de Carnaval, más allá de nombres, premios y contratos… y hoy vamos a poner algunos ejemplos de agrupaciones que merece la pena volver a escuchar y que suponen algunas de tantas joyas escondidas del Carnaval de Cádiz. Solo pondremos 10, pero podríamos poner 100.
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Los de Maracaibo:
En 1978 un jovencísimo José Luis Bustelo se presentó al concurso con un grupo de chavales para demostrar en la categoría de juveniles a sus 18 años que sus músicas de carnaval darían que hablar en nuestra fiesta. El autor logró confeccionar una comparsa que respiraba aires venezolanos del Caribe. Con una afinación exquisita para las grabaciones sonoras de la época esos niños entonaron una presentación preciosa y unos pasodobles que son una delicia para escuchar una y otra vez. El resto del repertorio no desmerece, búsquenla y disfruten.
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En Ruta:
Algunos años más tarde y tras probar ya las mieles del éxito en 1984 con su recordada Ghandi, Bustelo vuelve a verter toda su capacidad melódica en otra comparsa que se encuentra olvidada dentro de su curriculum. En Ruta quizás no tuviera la pegada ni el efecto que sí lograron otras agrupaciones del mismo autor pero es incuestionable la fantástica música de pasodoble que mecía de forma armónica el grupo con un caracoleo de difícil ejecución y que sin embargo sonaba a una sola voz de forma magistral. La presentación y alguna cuarteta del popurrí también merecen recuperar aquella grabación. José Luis Bustelo tienen infinidad de buenas agrupaciones pero sin embargo En Ruta se ha mantenido durante todos estos años prácticamente en el olvido.
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Fragata:
Los hermanos Alcántara Pedemonte se sacaron de la chistera en 1992 una comparsa muy dinámica, de sonido joven y ritmos modernos. Aquella agrupación apuntaba alto (el estribillo de “Suspiros de Cádiz”, que a la postre sería primer premio, incluía referencias a las mejores comparsas de aquel mismo año, entre ellas Fragata) pero el jurado no confió en ella para llegar a la última fase del concurso en un año donde la pugna en la modalidad fue muy intensa. La formación contaba con integrantes de la talla de Faly el chino, Manuel Martín “El gitano”, Miguel Ángel García Cossio “El Búho”, Carmelo García Muñoz, Juan José Letrán “El gordo” de bombo o los propios Jaime y José Luís Alcántara.
Con una presentación preciosa, pasodobles rotundos, estribillo bonito y un popurrí con cuartetas muy brillantes, estamos ante una comparsa de altura. En su última cuarteta del popurrí acelerando el ritmo van jugando con pianos vocales interesantísimos. Una pedazo de comparsa de la que hoy, por desgracia, apenas se habla.
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Vaya Cortes:
El coro de Puerto Real ha sido un histórico en la fiesta. El tango ribereño ha aportado frescura a un concurso muy encorsetado en la modalidad más numerosa de todas. La aportación de los grandes coros puertorrealeños consiguieron dotar de frescura y desempolvar el carácter rancio, serio y tristón que venían presentando los coros.
Vaya Cortes, en 1992, fue un señor coro en el que la puesta en escena simulando el cuadro de Salvador Viniegra “La Promulgación de la Constitución de 1812” ya atisbaba lo detallista de la propuesta presentada por Antonio García y Vicente Lozano. Amén de buenos tangos y del clásico estribillo desenfadado marca de la casa, el popurrí estaba repleto de músicas coetáneas y maravillosamente interpretado por una rondalla donde destacaban unos jovencísimos Pedro Campos Quintana y Carlos Moreno, que años más tarde participarían en agrupaciones gaditanas de mucho prestigio.
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El Tren de los Escobazos:
Siguiendo en Puerto Real, en 1996 Luis Ripoll asumió la autoría de un grupo local que cantaba muy elegante, sin estridencias y con mucho gusto. La comparsa era un caramelo. La batería de letras de pasodobles tenía mucha altura y su música era una joya de Ripoll. Desde la presentación hasta el final del popurrí la selección musical es de una elegancia infinita (sirva como ejemplo la versión del tema “Ojalá” de Silvio Rodríguez que realizaban con una cadencia superior a la original y sonaba de forma preciosa). En esta comparsa ya aparecía un joven Javi Bohórquez que a los años y de la mano de Emilio Gutierrez Cruz “Libi” se uniera a Juan Carlos Aragón formando un binomio de éxito magnífico.
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Los Últimos del Titanic:
En 1999 Iván Chamorro, Luis Rivero y Jesús Bienvenido (hasta la fecha director de agrupaciones de Tino Tovar pero desconocido en su faceta compositiva) nos regalaron una chirigota simpática, donde la afinación y la melodía de cada pieza era su mejor arma. No lograron pasar la fase de preselección del concurso pero su música de pasodoble brilló muy por encima de muchas otras de la modalidad que consiguieron alzarse con un hueco en la final. Una auténtica delicia.
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La Gloriosa:
Eugenio Mariscal y Nene Cheza, que estaba empezando a firmar ya como músico de la comparsa de Quiñones de la que formaba parte como componente, trajeron desde San Fernando al COAC una comparsa joven que dejaba entrever algunas pinceladas muy interesantes.
El grupo tenía buenas cualidades aunque quizás estaba falto de madurez a la hora de interpretar. Carlos Mera en 2005 ya empezaba a demostrar en La Gloriosa su capacidad vocal y el resto de integrantes también realizaban una buena demostración de ello en la penúltima cuarteta del popurrí, entre otras.
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Menuita Banda:
En 2005 salió una chirigota diferente. Quizás por eso no lograron pasar de preselección. Se llamaba Menuita Banda y presentaron al concurso dos músicas de pasodobles diferentes (y ambas muy buenas). Además cantaron dos buenos cuplés con dos estribillos también diferentes adaptados cada uno de ellos a la temática de su propio cuplé.
El tipo lo hicieron con cuatro telas cogidas de casa pero su propuesta musical era soberbia y muy diferente al resto de chirigotas. Juan Manuel Romero Bey ya venía innovando y haciendo músicas muy identitarias, y este año 2005 lo volvió a demostrar.
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Los Satirones del Moulaine Rouge:
Otra de las propuestas diferentes en el mundo de la chirigota de aquel año 2005 llegó de la mano de Antonio Galán Obregón “Nono Galán”. El grupo no se significaba por cantar con solvencia y el repertorio tampoco rebosaba de humor, por ello solo pudieron cantar una vez sobre las tablas del teatro, pero su pasodoble merece ser escuchado. Cortito, con una cadencia preciosa, picadito, de fraseo corto y con aire libre que va subiendo la tonalidad poco a poco agudizando su interpretación en poco más de un minuto de copla que te sabe a gloria.
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Los Calavera:
Romero Bey cambió la modalidad de chirigotas por la comparsa y desde ella nos ha regalado varias agrupaciones de altura que podríamos mencionar pero vamos a quedarnos con una que en 2009 no logró pasar la fase de preliminares del concurso del Gran Teatro Falla. El grupo no cantó bien en el teatro y el jurado lo penalizó sin darle otra oportunidad, pero la calidad y originalidad del repertorio la convierten por méritos propios en una de nuestras joyas ocultas.
La música fue adelantada a su tiempo, el montaje del repertorio con innumerables polifonías la situaba a la vanguardia de todo con unas formas que se movían entre lo tétrico y lo precioso. Tras todo el despliegue musical que Romero Bey nos regala, el remate del popurrí con un vals es algo absolutamente magistral… una senda compositiva por la que transita hoy Martínez Ares sin ir más lejos.