Abierto por coros de par en par
La dispersión de los carruseles facilitó que, pese a la gran concentración de público, hubiera zonas donde se pudiera disfrutar de las coplas
Cádiz se levantó el domingo para ir de fiesta. La fiesta que une la ciudad con los visitantes de Andalucía y del resto de España. El festivo del 28 de febrero se ha notado en las calles de la capital, que han estado desbordadas de público tanto en las vías más carnavalescas como en la Avenida o el propio Paseo Marítimo.. El interminable COAC y su discutido fallo (que aún resonaba en las conversaciones entre vasito y vasito de vino) han dado paso a un desborde de copla que, callejera o prestada del concurso, ya solo compite por la atención del público. Y ganas, a tenor de cómo estaba la ciudad desde antes del mediodía, no faltaban.
Una de las pruebas de cómo estaba la ciudad era el que fuera una odisea coger autobús desde Extramuros para el centro desde las 12.30 horas. Las paradas estaban llenas pese al trasiego constante de vehículos (que empleaban la estrategia de saltar algunas paradas para no condenar al olvido a quienes querían subirse más allá del Hospital). El tiempo de espera solía rondar la media hora y los tres cuartos de hora.
Una vez se llegaba al centro de Cádiz, había que decidir el itinerario a seguir. Como siempre, el recorrido por el centro en un Domingo de coros depende de las ganas que tenga el visitante (o el local) de enfrentarse a una modalidad u otra de agrupación. Los que gustaban del clásico tango empezaron por la plaza de la Libertad y siguieron el recorrido de Columela, Palillero, Cañón, Candelaria y Mina. La plaza del Mercado, desde poco después del medio día, se convirtió en un agradable y sonoro botellón interrumpido de manera grosera por las bateas y los aficionados que querían escuchar a Los del Patio, El Batallitas, Ópera Cádiz y al resto de coros que participaron en el Concurso. El desborde hizo más prudente refugiarse en la plaza de Mina o en Candelaria (donde se podía alternar los coros con las actuaciones en el tablao), lugar en que hasta coros que no han llegado demasiado lejos como ‘Gadix’ podían disfrutar de sus incondicionales coreando su repertorio. El jaleo era mucho mayor, gracias al calorcito de un sol que acompañó durante todo el día, con las bateas en las que iban los coros con más éxito. Caso aparte es el de ‘La nueva era’, el coro de Los Estudiantes’, que por momentos parecía una procesión de la cantidad de fieles que arrastraba. El carrusel también daba la oportunidad de disfrutar de actuaciones en lugares únicos, como la plaza de san Agustín, en donde el coro Los del Patio dio un pase en un entorno que favorecía las voces y vistosidad de los componentes. Y en donde el aficionado sólo tenía que sufrir a los padres que deciden llevar los carritos de los bebés hasta los últimos rincones.
La escalerilla de Correos, en el atestado escenario de Topete, era un codiciado tesoro para las agrupaciones, si bien algunas, ante la perspectiva de estar tocando para dos filas y molestando a quien entiende el carnaval como lugar para beber y gritar, optaban por buscar una nueva ubicación.
Dispersión contra las bullas
Un año más, la gran dispersión de los coros hizo que no hubiera una zona del centro especialmente agobiante pero que todo estuviera lleno. La plaza de San Juan de Dios era el punto de encuentro de paisanos y foráneos y, desde las 13 horas, estaba tomada por el ambiente carnavalero. En el Monumento de Moret, algunas chirigotas se encaramaban para dejar al aficionado sus repertorios (una de las que más público congregó fue la de Er Chele Vara, que hizo de la calle su Final). Otras, elegían los bajos del propio Ayuntamiento de Cádiz para cantar sus verdades (como la comparsa de Jesús Monje, El jurado, también cuartofinalista en el COAC). Los escasos metros que separan San Juan de Dios de Catedral se recorrían en no menos de 20 minutos tantos por el flujo cruzado de visitantes como por las agrupaciones que se concentraban allí. Como punto neurálgico del Carnaval, la plaza del Palillero, en donde confluían las carrozas y en donde buscaban hueco las agrupaciones. Como se iban dando paso las bateas, como un reloj bien sincronizado, era un espectáculo.
La Catedral tenía dos lugares diferenciados. Por una parte, estaba la zona de botellón (con bebidas destiladas, cerveza o vino, un gran problema para los que van buscando coplas) en el centro de la plaza. En las escaleras, chirigotas y comparsas compartían las coplas con el templo en la retaguardia. Uno de los grandes momentos de la tarde se vivió cuando la chirigota del Taka, ‘Este año ya me toca a mí’ interpretó su repertorio con una señora que era la viva imagen de la reina Isabel II de Inglaterra. Hay que recordar que los componentes de la chirigota iban vestidos como Su Majestad doña Sofía. Había ganas de guasa. Horas antes, la chirigota sevillana ‘Daddy Cádiz’ había desbordado con sus sones reguetoneros cada recoveco de la plaza para deleite de los carnavaleros.
Las ilegales, poco a poco fueron desperezándose conforme avanzaba la tarde y empezaron a disfrutarse a partir de las cuatro, poco antes de que la Cabalgata dividiese Cádiz en dos mitades. En la calle Sagasta ya empezaban a aflorar agrupaciones, como la del Perchero, al igual que por el entorno del Oratorio y de la torre Tavira. Sin embargo, iban saliendo muy despacio, sin prisa, sabedores de que el Carnaval en la calle acaba de empezar y de que queda una larga semana por delante.
Poco antes de que se produjera la transición entre Domingo de Coros y Cabalgata, la ciudad vivió un pequeño caos organizativo de calles cortadas, taxis imposibles y mareas de padres con niños sin rumbo fijo que se fue calmando sobre las 18 horas.
Como sucede desde hace unos años, uno de los grandes aliados del aficionado han sido las redes sociales en las que las agrupaciones han ido indicando la hora y la ubicación de sus próximas actuaciones. Así nos enteramos, por ejemplo, del pase del Bizcocho en Santa Cruz, que llenó la plaza de seguidores de su chirigota.