BASADO EN UN HECHO REAL, POR JUAN JOSÉ TÉLLEZ

Paco Alba, el micrófono de Carlos Herrera y otros restos del naufragio

Por  2:49 h.
Paco Alba, el micrófono de Carlos Herrera y otros restos del naufragio

En stos días y en el Pay-Pay, Paloma García Suero se ha embarcado en una singular exposición del Carnaval de Cádiz, con abundante fotografías de sus cantautores disfrazados de otra cosa, pero con algunos de los fetiches de la reciente historia de la fiesta, desde el micrófono que utilizó el inigualable Carlos Herrera para su célebre pregón, al bastón de charlot del maestro de la comparsa Enrique Villegas o el penacho de plumas del jefe sioux del cuarteto ‘Los vaqueros de Springfield’, que tanto hizo reír el año pasado sobre las tablas del Falla. Piezas, entre otras, que lucirían lo suyo en el futuro Museo del Carnaval si lo hubiera o lo hubiese. Al menos están en ello.

Hay discos hasta de vinilo, bajo el zafarrancho de los confetis, repartidos por las vitrinas del histórico local que lo mismo se anunciaba como salón que como sala de fiestas o night club en los cancioneros de cada época. Y estos, que suponen sobre todo un resumen histórico de las Fiestas Típicas lo guarda la titular del establecimiento en un álbum como un claro tesoro de un tiempo en el que no todo se fue a pique: más allá de la censura y del mes de mayo, de las majorettes y de las reinas a menudo emparentadas con los prebostes, hay restos del naufragio que merecería la pena salvar y que se atisban en ese botín del postulante que ella guarda como oro en paño y por donde se cruzan las sombras familiares de ‘Don Juan Tenorio y los que fueron al Velatorio’ con aquel Villegas que diera el campanazo en el año 1965 con un segundo premio de comparsas bajo el tipo de ‘Los escarabajos trillizos’, lo que luego serían Los Beatles de Cádiz y que darían la vuelta a España y al mundo

Y, por supuesto, claro, El Brujo. Paco Alba, de cara al futuro Carnaval gaditano, tuvo su no se qué de piedra angular, de John Lennon y de Manolo Caracol; era, esto es, un rebelde que respetaba a la tradición y al que le debe todo o casi todo la comparsa moderna, desde ‘Los hombres de la mar’ del 65 a aquel duelo a muerte en el OK Corral de los contraaltos gaditanos, que se produjo en 1975 entre ‘Los belloteros’ que él firmaba y Los napolitanos’ de este otro gran maestro de la comparsa que es Pedro Romero.

También sus folletos de coplas los conserva Paloma García en ese cofre de piel y de plástico que sólo muestra a los iniciados pero que contiene, sobre todo, algo más que letras y anuncios de depositarios de anises que probablemente resulten extraterrestres a los ojos de un mundo que ya sólo bebe en vaso largo.

Lo mejor de aquel mundo fue que pasó. Pero quizá convenga recordarlo para que nadie tenga la intención de recobrarlo o, sencillamente, para escoger sus mejores instantes y reconocerlos como cimientos de lo que vendría luego. Lo mejor de las Fiestas Típicas fue lo mucho que se echaba en falta el carnaval. Suele ocurrir lo mismo con la libertad, con la salud y con el aire puro.

¿Qué se hizo, sin embargo, de la gabardina y el paraguas de Marcos Zilbermann o la cazuela que pusieron a la venta ‘Los anticuarios’, que cantase Chano Lobato y donde los temporeros de la Catedral hacían poleá después de lavarse los pies en ella?

Yo no he visto tales objetos de enorme valor en la muestra que todavía puede atisbarse en el pecaminoso local de la calle Silencio.