BASADO EN UN HECHO REAL...por Juan José Téllez

Memorias de Mari Pepa Marzo, la sastrecilla valiente

Por  1:35 h.

 

Seguro que te ha gustado que la Aguja de Oro de este año haya ido a parar al coro de los niños, al de Nandi Migueles, a ‘Allegro molto vivace’, esa coral colorista a pesar del blanco y negro que ha cumplido su primer cuarto de siglo con un primer premio en el Gran Teatro Falla y con la unanimidad del aplauso en las tribunas de la intemperie, en plena calle.

Y seguro que te gusta, Mari Pepa Marzo, porque a ti no te van los artificios, la pompa vana de esos disfraces de opereta o de cabalgata que sólo sirven para que se estropeen a la segunda puesta y para que las agrupaciones se empeñen hasta las cejas en el monte de piedad.

Desde que hace ya la friolera de veinte años, el personaje que tú interpretabas en Canal Sur Radio inspiró este galardón, ni el Jurado ni tú, reverso oscuro pero entrañable de Pepi Mayo, habéis dado puntada sin hilo a la hora de reconocer agrupaciones como el coro de La Viña, el de Julio Pardo, la chirigota del Sheriff o la del Canijo de Carmona con ‘Las muchachas del congelao’, que a ti no te convencía del todo; desde ‘La Jaima’ a ‘Los pajaros’, ‘El pregón’ o ‘Los desoterraos’; a las comparsas ‘Los angeles caídos’ o ‘Los mendas lerendas’; chirigotas como ‘Las madrinas’ o el cuarteto de Algeciras ‘Esta familia está colgá’, cuando rindieron homenaje a la Tía Norica.

Se trata de premiar el mejor tipo de entre las agrupaciones de adultos que se presenta al concurso carnavalesco de Cádiz, pero en realidad el copyright de la idea de sacar adelante este arbitraje de la elegancia carnavalesca te corresponde a ti y a dos coristas en la Plazuela de la Oca durante ‘La erizá’ del 91, como tú bien recuerdas, de la mano de Antonio Miranda y de José Antonio Cervantes, que entonces era director de la emisora autonómica en Cádiz. La marca del Concurso, eso sí, fue registrada en el aire por Javi Osuna. Con el tiempo, el galardón se ha ido democratizando y ahora casi se otorga por referéndum, a través de mensajes y SMS de los telespectadores y oyentes, por lo que no resulta extraño que en alguna que otra ocasión, hayan discrepado del fallo los inventores de esta aventura. Hasta diez mil mensajes llegó a recibir a través del correo electrónico, pero las cuentas se han disparado a la enésima potencia a través del facebook: Ana Barceló, que es la periodista cuyo nombre se oculta bajo el de Mari Pepa Marzo, la sastra de las ondas, ya no cose para la calle sino para el ciberespacio.

Es la pasarela Cibeles del Carnaval gaditano pero a sabiendas de que aquí no cotizan al alza los grandes diseñadores sino los pequeños ingenios, la libertad y la risa, el mamarracho frente a los disfraces pret-a-porter, aunque tampoco vengan mal tiendas de guardia carnavalesca como la de Pepe Ángel González. En esa feria de las vanidades en que a veces se convierte esta fiesta, Mari Pepa Marzo y Ana Barceló se convierten en sastrecillas valientes, capaces de soltarle al rey a la cara que va desnudo, porque a pesar de cualquier inversión abultada en indumentaria, lo importante es la fiesta a carne viva, el desnudo integral de la gracia, esa extraña sabiduría ancestral que consiste en vestir el traje que nuestra imaginación dibuje sobre nuestros propios cuerpos. El hábito no hace el monje, ni la máscara por si sola fabrica el rostro de la alegría. No se qué pensarás de todo esto, Ana Barceló, mientras enhebras la vida sobre el efímero bastidor de los recuerdos.