BASADO EN UN HECHO REAL, POR JUAN JOSÉ TÉLLEZ

La venganza de ‘Juana la loca’

Por  3:20 h.
La venganza de 'Juana la loca'

 

La igualdad se demuestra cantando. Y la lucha contra la exclusión también. Tino Tovar, con un gusto digno de Billy Wilder rinde homenaje este año a los homosexuales, a los sarasas de Cádiz y apios de Sevilla de los que hablara García Lorca en su célebre ‘Oda a Walt Whitman’; los gays y lesbianas, habitualmente maltratados por el cancionero del Carnaval, carne de burla dentro y fuera del Falla, cuando no de agravios comparativos. ¿O no te acuerdas, Camilo José Cela que estás en el cielo de las choferesas negras, la que te liamos cuando se te ocurrió decir que Cádiz era tierra de maricones? Habría que leer las cartas al director o aquella célebre letra de Los Vampiros Tajarinas: «. Don Camilo José Cela,/ en Cádiz no hay apio, lo puede creer,/ don Camilo José Cela, aquí solo hay hombres,/ incluso más hombres que usted./ Porque han circulado por Cádiz ciertos rumores,/ y como me lo han contado así se lo cuento yo,/ pues no hago uso de la calumnia cobarde/ como parece gustarle a usted, señor./ Dicen que hablas tan mal de los gaditanos/ porque fue un gaditano el que lo hizo cabrón». Mientras a los homosexuales les condenaba a galeras el imperio español y los hacinaba en los puertos de Cádiz y Sevilla camino de la carrera de Indias, mientras la dictadura le aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes, cierto Cádiz se ofendía porque asociaran la ciudad a una alta tasa de homosexualidad legendaria. En la imprescindible web de Guashilandia todavía se recuerda la ocurrencia que Antonio Hernández recogió en su lamentablemente descatalogada ‘Guía Secreta de Cádiz’. Y es que un visitante le preguntó a un guardia si era cierto que en Cádiz había muchos maricones, y el agente le respondió: «Depende del número de forasteros».

También ‘Los pollitos mi compare’ la emprendieron con Juan Teba, maestro de periodistas, cuando durante la retransmisión del Concurso hizo una burla respecto al tipo de bailarinas que lucieron el año anterior: «Ya no sé de qué forma/coger la pluma/para decir lo que siento/porque yo no consiento/que ningún tipo/me ponga de maricón». El pasodoble hablaba de los huevos que le echó Cádiz a Napoleón, como si entre los soldados y piconeras todos y todas fueran heterosexuales: «Por si acaso -concluía-/ ya que tú nos diste tan mala fama/ te aconsejo que por nuestras manos/no caiga tu hermana/ pues cualquiera de las danzarinas/que fueron tan bastas/ hoy son pollos/pero con mas polla/ que todas tus castas». Gran sutileza como puede apreciarse. La misma escuela literaria de los del Lobe, cuando bajo el tipo ‘Festival de canes’ cantaron aquella otra letra que dice: «El Boris Izaguirre/ha dicho en unas declaraciones/ que Cádiz es «cuna de maricones»,/ ¡Y mira tú… qué frase se le ocurre!/ ¡Me toca en las narices!/ y si me ha puesto de maricón/ no me molesta, que no… que no/ ¡¡¡A mí lo que me jode es… quillo, quién lo dice!!!». Después de alabanzas varias al macho man, dignas de The Village People, la chirigota concluía con el mismo lirismo: «¡Y me pongo la moral,/levantá, levantá, que, me da en el pecho./ Y métetela tú en el culo que./ ya tienes el boquete hecho».

Comprenda usted don Camilo, que tan homófobo era, que el tipo y el repertorio de ‘Juana La Loca’ -otro eco de Joaquín Sabina- le haga justicia a los que usted despreciaba. Y se vengue de quienes volvieron a despreciar los letristas de Cádiz al defenderse de las generalizaciones de usted y de otros que, a pesar de usar como personaje de ‘San Camilo, 1936’ a un gay gaditano llamado Pepito El Zubiela, usaban en vano la p alabra maricón como si fuera un insulto el ser o no serlo. Tino Tovar ha tenido el valor de plantarle cara al machismo local, de rendirle homenaje a Pedro Romero y a todos los que, de una forma u otra fueron diferentes, como aquellas reinas del Pay-Pay a la que cantase Pasión Vega con letra de Jesús Bienvenido y que ahora ‘Juana la loca’ presenta hermosamente como aquellos que rompieron barreras y abrieron camino aunque tuvieran que escuchar a menudo la voz de los perfectos: «Yo soy aquel que soportó la humillación/ que a la moral y a los poderes se enfrentó/ al que llamaban hijo puta maricón». Con dos cojones. O con dos ovarios. El sexo no siempre tiene que ver con la anatomía.