BASADO EN UN HECHO REAL...por Juan José Téllez

Cuando el Carnaval decide vestirse de flamenco

Por  2:35 h.
Cuando el Carnaval decide vestirse de flamenco

 

Hay quien dice que el tango flamenco deriva del tanguillo. Pero otros opinan que dicha opinión no tiene ninguna base musicológica y que en realidad, uno y otro vienen del mismo lugar aunque terminen en distintos puertos. Yo lo ignoro, porque no estaba allí

Ahora que me preguntas por ‘Los flamenquitos apaleaos’, por los camarones tan frecuentes en escena, por ‘La Parra Bomba’ y otros garitos de la nocturnidad gaditana donde Carnaval y flamenco convivían con la picaresca y el hambre, llama a Javier Osuna y que él te explique: cuna de dos cantes, así definió a Cádiz en un libro imprescindible de lectura.

Cádiz de cantiñas y de cachuchas, de galeras y de chuflillas, de galeones de Las Indias y vapores rumbo al río de La Plata, del callejón de los negros y de los banqueros italianos del siglo XVIII. Ay, milongas de Pepa Oro, tanguillos de ‘Los Anticuarios’ en la voz de Chano, memoria de ‘Las Viejas Ricas’ de Perico, ‘Currillo y sus Churumbeles’ o ‘Los Biti’.

Aquella legendaria María Bastón, que realmente era María Batlló y a la que nunca pusieron un monumento, aquellos Cañani y Jibia, ¿qué dirían si supieran que ahora a lo mejor hasta dan bulerías en los colegios pero los carnavales siguen siendo niños de la calle en nuestro Cádiz?.

Y si hay quien sigue rajando del flamenco, dentro y fuera del Carnaval, hay a quienes se le siguen cayendo los anillos de los dedos respecto al Carnaval, fuera y dentro del flamenco. A Paco de Lucía, no: ahí lo ven en la foto que ilustra la página, disfrazado de gitana en el Carnaval de Isla Cristina.

Ni a Camarón de la Isla, que salió de chico en una agrupación, tal y como recogió Enrique Montiel en la exposición que montó en la Diputación de Cádiz hace varios años, cuando Camarón hubiera cumplido cincuenta si hubiera seguido vivo y hubiese recibido la Llave de Oro del Cante en vida y no a título póstumo.

Las coplas del Carnaval acabaron en el flamenco, de la mano de Aurelio y de La Niña de los Peines, aunque no siempre se reconociera la firma de Antonio Rodríguez ‘Tío de la Tiza’, ni de Manuel López ‘Cañamaque’, aquel vencido de la guerra civil que no pudo registrar en autores las letras que les terminaron mangando algunas de las grandes estrellas flamencas de aquella una, grande y libre.

De allí hasta ahora, de La Perla a Juan Villar, David Palomar pasando por Jesús Bienvenido y la caseta flamenca que montó el Beni en unos carnavales. Por no hablar de todos los tipos flamencos que han anochecido sobre el Falla: de los ‘Jóvenes Flamencos’ a la comparsa ‘El cante los puerto, de la ‘Peña Enrique El Alienígena’ a ‘Plato fuerte: huevos a la flamenca’.

A estas alturas de la historia, el flamenco ha sido inscrito en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que elabora la Unesco. Pero quizá, amigo mío, estaríamos a tiempo de que nuestro Carnaval de Cádiz fuera declarado Bien de Interés Cultural.

La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía ya ha calificado como tal a los verdiales de Málaga y otras comunidades han hecho lo propio con los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, Velilla de la Reina, Llamas se la Rivera, Riosucio, Ituren, Lantz o Antruejo de Alija. Pero, claro, tal vez el de Cádiz no tenga la misma categoría.