Los dichosos prejuicios

No ser de Cádiz sigue suponiendo una losa muy pesada para las agrupaciones

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El primer gran vacío en el ambigú del Falla lo ha conseguido una
chirigota escrita por un sevillano. Sin embargo, lo habitual es que el
público de la espalda a las agrupaciones de fuera, aun sin haberlas
escuchado.
Siempre ha sido así y por el momento no parece que vaya a cambiar la cosa. Exceptuando alguno que otro que es bendecido por el severo jurado popular gaditano, como el Canijo de Carmona, la mayoría de las agrupaciones de fuera están condenadas al ostracismo por el simple hecho de su procedencia. No hay más que ver la marea de espectadores que salen de la sala cuando el presentador anuncia que los siguientes en actuar vienen de Huelva, Córdoba, Sevilla o Jaen. Sin embargo, la realidad es que en lo que llevamos de concurso, la mayoría de los visitantes han mostrado un nivel más que digno.
Curiosamente, hoy he tenido la oportunidad de ver una estampa que ratifica esta impresión que siempre he tenido. Resulta que en un palco cercano a mi ubicación, una buena señora consideró oportuno charlar a viva voz con su compañera de silla durante toda la interpretación del coro de San Fernando que inauguró la segunda sesión, a la vez que comía pipas. Sin embargo, esa misma mujer mandaba a callar, insultaba y se llevaba las manos a la cabeza si se escuchaba el más mínimo susurro durante la actuación de la comparsa de los Carapapa. ¿Acaso merecen más respetos unos que otros por ser mejores, o por ser de Cádiz?.
Ahora que parece que Sevilla va a contar con su propio concurso, habría que replantearse actitudes chovinistas y soberbias como ésta, que sólo hacen daño a la fiesta y dicen muy poco de la calidad humana de aquellos que las protagonizan.