Operación caballa

La Policía Local desarticula una trama que engordaba boquerones con palitos de cangrejo siliconados para venderlos como caballitas caleteras

Por  0:00 h.

La operación, que ha finalizado hace 10 minutos, el
tiempo de escribirlo, fue bautizada por el subcomandante Miranda, al
mando del operativo como un éxito sin precedentes en la historia de los
guardias municipales del mundo porque con nosotros han colaborado «la
interpol, el FBI, los mozá esos israelitas, los carabineri italianos y
los guardajardines del paque Genovés». ¿Subcomandante, subcomandante,
qué ha sido lo más difícil? gritó un periodista desde el fondo de la
multitudinaria rueda de prensa «pues meterlos en la furgoneta, usté,
porque eran 700.»

El complejo dispositivo se
inició con la detención de Ernesto .I.I., de 42 años, alias «El
Carcamonía» que dirigía el cotarro desde un piso de protección oficial
de Astilleros. Este peligroso delincuente es conocido por este apodo
porque lleva los brazos tatuados con varios dibujitos de Espinete.

Al
parecer la banda adquiría boquerones y los transportaba de inmediato al
domicilio del Carcamonía. Allí, dos brutos en pie, cogían al boquerón,
uno por la cabeza y otro por la cola y lo estiraban hasta el largo de
una caballa caletera. Una vez hecho esto le inyectaban palitos de
cangrejo en estado siliconado hasta conseguir que los boquerones
parecieran el popular pez caletero. Al parecer lo que hizo sospechar a
los agentes fue la aparición de varios vendedores callejeros de pescao
que tenían una peculiaridad y es que, para darle aspecto de veracidad,
los delincuentes le habían puesto a las caballas en el lomo un sello
que ponía «Made in La Caleta». Uno de los agentes, perteneciente al PLI
(Policía Local Inteligechion), hizo incluso una prueba forense y asó la
caballa del sello en dependencias policiales y ante la presencia de
varios peritos asadores comprobando que aquello encogía más que un
yersi de polyamida al 80% después de un lavao en caliente.

La
complejidad del caso hizo que el concejal de Policía Local decidiera
encargar las pesquisas a su equipo de élite, el famoso grupo «Don
Evelio», especializado en delincuencia más bien económica, que ya
descubrió la famosa trama de los yersis falsos del Piojito y el de la
red de peluquerías que hacia pli* con tinta de chocos medio porios.

Los
«Don Evelio» establecieron un sistema de vigilancia muy intensivo que
permitió comprobar como los vendedores de falsas caballas salían con
las cajas desde un piso de los antiguos terrenos de Astilleros.
Asimismo lograron una muestra de ADN de una pizza de atún de la Bella
Italia que habían pedido los delincuentes. Los miembros del PLI
lograron extraer un pelo del bigote del Carcamonía que se había quedado
entre el queso mozarela de la pizza y tras consultar con el archivo del
FBI llegaron a la conclusión de que el pelo gratinado correspondía a
Ernesto I.I., calificado como gran cafre internacional por las policías
de medio mundo.

El propio Ingunza estableció
entonces duras negociaciones con la Junta de Andalucía para que le
dieran los planos de la casa, pero estos no tragaban porque se creían
que el Ayuntamiento lo que quería era ver los metros cuadrados de los
pisos. Al final todo se solucionó con una cumbre política de gallo
rebozao que se comieron en el Terraza el concejal y el delegado de
Obras Públicas Pablo Lorenzo que, a los postres, le entregó los planos.
«Perdona Evelio. Esta mancha que tiene el plano no es un defecto de
construcción es que se me ha caio un poquito de mayonesa del gallo”.

Una
vez con los planos en su poder, el grupo, tras entrenarse cuatro días
en el pabellón Portillo, se dispuso a asaltar la casa de Astilleros.
«Tuvimos un pequeño problema, narró el subcomandante Miranda, Claro,
nosotros, como la cosa está chunga de presupuesto, no tenemos
pasamontañas como la Ensalsa y los mosos de cuadra. Entonces quedamos
en ponernos todos yersis de cuello alto y no doblar la parte de arriba
con lo que nos llegaba hasta la nari. Con los cascos de motoristas que
nos habían dejado los de tráfico y unos plebo de madera que nos
habíamos puesto en el pecho cogíos con cinta aislante a modo de
chalecos antibala, pues de tipo íbamos bien, la verdad. Pareciamos
geos, pero de pequeña ciudad costera. Totá que le di una patá a la
puerta como si fuera la Mula Francis y le di el alto a los
delincuentes, pero claro, con el yersi de cuello alto en la boca, no se
me entendía ná. Entonces al primero que ví le metí el deo en el ojo e,
inmediatamente todos levantaron las manos».

La
teniente Nancy, que tiene el marío de Oklajoma, les leyó los derechos
en españó y en inglé. Rezamos un responso por los boquerones fallecidos
y pal talego. Le pedi al cabo el walky y procedí: «Subcomandante
Miranda para Don Evelio en jefe. Cambio». «Te escucho PLI 1, te
escucho». «Gol en Carranza, Don Evelio». «Bien Pli Uno. Dé por cerrada
la operación y vayan a Pelayo a tomarse unos fideos con caballa».
«Perdone, Don Evelio…no le podría echar Pelayo a los fideos unas
gambita, mejó».

* Pli o darse un pli: nombre
que recibe en Cádiz el complejo tratamiento capilar unisex, realizado
especialmente en establecimientos de esteticiene, por el que se logra
que el pelo de un color, más bien guachi, obtenga otro color más
vistoso ya sea por métodos químicos o, directamente, por aplicación de
barniz.