El día que me pegué un pelao

Woody Allen anuncia que rodará una película sobre los barberos de la calle Nueva tras oir el pasodoble del Yuyu

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¿Y qué hace Woody Allen comiendo morena en la calle
de la Palma?…pues lo mismo que haría el Noly componiendo con los
nudillos un pasadoble pa Quiñones en un Macdonal de la Quinta Avenida y
tocando la caja con dos patatas deluxe…el arte es así, surge en
cualquier sitio.

Dicen que llegó en El Vapor
del Puerto de incógnito, con un gorro de mariachi puesto para que no lo
conociera nadie, pero el decía que todo el mundo se le quedaba
mirando…que lo habían reconocido. Tes qui ya, Woody Allen, lo que
pasa es que aquí la gente no va por la calle con gorro de mariachi,
aquí lo que se lleva es el chandal chachi, si te hubieras puesto un
chandal hubieras pasado desapercibido.

Cogió por
San Juan de Dios y, como si hubiera escuchado aquel pasodoble genial de
Paco Rosado de los olores de la Viña, pero en versión gallega, el olor
a empanada de la Catedral le condujo por la calle Nueva. «No corra,
Woody, no corra», gritaba Penélope «que se me meten los tacones en los
losillos y me voy a dar un jardazo*». La pobre mía, por poco no se cae
a la altura de Eutimio y se da con un traje de chaqueta beige que
estaba en el escaparate.

Pero cuando estaba a
punto de darse el jardazo una mano la aguantó. Ella levantó su mirada y
vio a un hombre de negra sotana. No era Braian de Palma…era el cura
de La Palma, el que la había salvado. Apenas cruzaron sus miradas. El,
vergonzoso, soltó su mano con rapidez. Ella, tímidamente, apenas se
atrevió a darle las gracias… «Perdone ágil sacerdote», dijo Woody.
(oé, pa que te mete ahora. No ve que la cosa prometía). Sacó un papel
del bolsillo…El cura lo miró… «Perdone caballero, pero esto no es
de San Marcos»… «No, es un pasodoble del Yuyu. Es que busco a esta
pareja de barberos”.

El ágil sacerdote miró el
papel y aunque le pareció raro aquel tipo guachi tocado de sombrero
mariachi…dijo, «hombre…si ahí me pelo yo. Ah…ya la gente no se
pela en Cádiz, va al estilista a que le hagan unas mechas, como si
fueran un lomo de cerdo» dijo apesadumbrado. Más vio el cura a un
guardia que defendía a Cádiz de la delicuencia y lo llamó. «Buen
hombre, buen hombre, este señor tocado con gorro de mariachi busca la
barbería de la calle Nueva, sería usted tan amable de darle las
instrucciones oportunas para que vaya por el buen camino”.

«Jí,
coge por ahí» contestó el guardia, que era parco en palabras. Más
Woody, siguiendo las indicaciones del guardia parco en palabras, cogió
por la calle Cobos. Penélope y el cura de La Palma volvieron a cruzarse
levemente las miradas, pero el siguió para adelante a tomarse un café
en la Atlántida y a ella le importó más su papel de lotera clandestina
en San Juan de Dio en la nueva película del de Manjatan. «El día que me
pegué un pelao.»

«Oé, Woody, con la bulla, antes
de llevarme a ver a los barberos, me conviara a gamba en Joselito, no
gafa, que me tiene muerta». Pero Woody tenía ya en la cabeza el
principio de su película. Son las nueve de la mañana de un sábado de
febrero. Cientos de personas hacen cola en una calle de Cádiz esperando
a que dos barberos de los de bata blanca y cuello redondo abran la
puerta de su negocio. A pesar de la bulla ellos no parecen perder para
nada la tranquilidad. Uno coge la escoba y limpia el suelo ayudándose
del escogedó. El otro abre la puerta y dice… «que pase el primero.
¿Te va a lavá la cabeza?»

Lo que pedía el Yuyu
en el pasodoble se había hecho realidad. Cientos de personas habían
acudido a la llamada del kamikaze. Woody Allen escribía a boli en el
papel. De pronto se quito el gorro de mariachi, se quito una faja. Le
salió barriga. Se le puso barba de tres días y la calva había sido
sustituida por una buena mata de pelo enrizao. Hasta se le cambió la
vó. Woody Allen se había transformado en Yuyu…son lo mismo…que lo
cante Alejandro Sanz.

* No hay un fallo de
guión aquí. No vayan poniendo faltas como si esto fuera un tango del
Lama. Penélope estudió de chica en el colegio de San Martín y de ahí
que hable de jardazo y no de caerse de boca.