El día en que quitaron el cartel

El Dios Momo le otorga al Gago el puesto de cuartetero de oficio, vacante después de que El Libi se cogiera una excedencia

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Cuentan que ayer el cartel ya no estaba. Qué un tío
vestio de monje, largo y con acento de gallego del freidor de la calle
Hospitalito de Mujeres (que alegría me dio que un freidor se anunciara
en mi página) había obtenido el puesto que estaba vacante desde que El
Libi se pidiera una excedencia.

El Dios Momo ha
encontrado cuartetero y cuentan que ha recuperado la sonrisa desde que
lo bajaron por puñetera envidia de su trono de las Puertas de Tierra.

Ángel
Gago que así se llama el monje largo y con acento de gallego del
freidor es ya cuartetero personal y de oficio del Dios Momo que le ha
hecho un contrato en prácticas «pero si sigues así te hago fijo», le
dijo en la entrevista de trabajo.

El Gago bordó
el papel de Torqueimada en la actuación del cuarteto «¡Qué pena de
muerte!» y desde el principio demostró que la tiene de Macael, que
posee un torrente de voz que dice ah y apaga el solito toda la
candelería del paso de la Virgen del Amparo, que consigue que todo el
mundo no le pierda de vista y que además, sabe idiomas, con un dominio
exhaustivo del gallego en su dialecto de en adobo.

Los
grandes cuarteteros de Cádiz siempre han sabido idiomas. El Peña
cantaba como nadie «yesverigüe», bordó el chino y hasta se atrevió con
el castellano antiguo con «Se coló Colón». Del Carota cuentan que sabía
hasta latín.

Han sido muy pocos los elegidos a
lo largo de la historia. El cuartetero es una especie de leyenda en el
Carnaval de Cádiz. Quizás uno de los más legendarios fuera el Carota.
Ahora, precisamente Juan Antonio Quiñones va a editar un trabajo sobre
él. Manuel de Agustín, que creo que era su nombre de civil, pasó a la
historia por fajarse con las censuras y los inquisidores de lápices
rojos del Cádiz de la Posguerra. Más de un cuplé de esos de albañil que
le hacen la obra a una viuda le costaron ser conducido a la
«prevención», nombre que por entonces tenía una cárcel que había en la
plaza de la Merced. Cuenta la leyenda que una vez, Manuel de Agustín y
sus trapajosas huestes subieron la cuesta de la Merced detenidos, con
los guardias al lao, pero a golpe de tambor. Alguna vez, alguien, ideó
una manifestación más bonita para protestar contra los del Cara al Sol.

Pero
quizás el más grande de los cuarteteros de la historia de Cádiz ha sido
El Peña, que lograba que la gente se riera hasta cuando se quedaba
callao. El Peña, como el cuarteto «¡Qué pena de muerte!» también tenía
un hermano siamés carnavalesco, aunque El Masa hacía por 43 peñitas.
Pocas imágenes se han quedado tan grabadas como aquella boda del siglo
con El Masa vestido de Lady Di y El Peña, a su lado, interpretando al
príncipe Carlos, que era como un novio a escala.

Tuvieron
que pasar muchos años hasta que el Dios Momo encontrara nuevo
cuartetero y este llegó con un tío con nombre de zumo y que apareció un
día en el escenario vestido de enterrador, las piernas tan largas como
Gasol, los brazos como Arbidas Sabonis y la cara de un balón de
reglamento. Un día, El Libi, decidió darse de baja por estrés y aquí
estamos esperando a que le den el alta. Cúrate Libi, porque tú eres
como el puchero, es difícil pasar un invierno sin él.

El
año pasado con «un cuarteto con gancho» ya el Gago presentó su
candidatura para primer cuartetero del siglo XXI. En la noche del
miércoles, vestido de monje y bordando el peaso de repertorio compuesto
por Miguel Angel Moreno y José Manuel Cossi, ya confirmó que lo suyo no
era casualidad. Ha nacido un cuartetero. Es nuestra gran promesa, como
Penélope Cruz en el cine español…aunque eso sí yo le veo un poquito
falto de pecho.

Y ahora viene el problema. A ve como puñetas meto yo en el artículo de hoy la propaganda del Ayuntamiento de Cádiz, sí.