AL FOSO

SABOTAJE

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Mi condena radical al ‘hooliganismo’. El fanatismo es propio del deporte, la religión o el nacionalismo. Nunca del arte. Y coincido con Aragón en que el Carnaval es un arte. Menor, por desgracia, y con episodios como el del miércoles jamás pegará el estirón.

No errar la comparación. El público va a un estadio de fútbol a animar, a pitar, a insultar al rival, o a criticar con silbidos el juego de su equipo. Pero nadie va a un museo, a una ópera, al cine o a un espectáculo flamenco a abuchear lo q se encuentra, le guste o no.

El esperpéntico sabotaje al cuarteto isleño es buena muestra de conducir ese fanatismo al límite. No es justo atribuirle en exclusiva la culpa a la comparsa de Juan Carlos. El propio autor apunta que el cuarteto mereció un respeto que no tuvo. Y reconforta comprobar cómo muchos seguidores se han desmarcado de la vergonzosa conducta de (más de) cuatro gamberros. Pero todos están en sus filas.

Otros también tienen sus ‘tifosi’. Bienvenido, Martín, los Carapapas e incluso los Majaras arrastran incondicionales que, ciegos y sordos ante lo que ven y escuchan, no tienen más que ojos y oídos para los suyos. Tan equivocados como los anteriores. Si piensas que tu comparsa/chirigota/coro/cuarteto siempre es el mejor: ‘tienes un problema’. Pero aún así, guardan el respeto al compañero.

Un hecho aislado se asume. La gravedad reside en la redundancia. La historia se repite. El capítulo del miércoles fue la continuación del episodio piloto que se grabó el año pasado. Este reduccionismo empequeñece aún más una fiesta que intenta y necesita expandirse, porque lo que no evoluciona muere. Habrá plantear medidas. De momento, sólo se puede atajar con la represión del personal de seguridad. El que haga el payaso, a la calle, como el concurso anterior.

Ah, que no lo olvide nadie. El aficionado de verdad no es el que se pasa 24 horas en una cola, al raso, con frío y con lluvia, y con litrona y guitarra. Ese es el aficionado estudiante o parado, el que por fortuna dispone de ese tiempo. El de verdad es el que acepta lo bueno, lo malo y lo mediocre porque sabe que, de una forma u otra, también son Carnaval.