OPINIÓN

PUNTALES

Por  0:41 h.

 

En Cádiz, los éxitos carnavalescos generan dos tipos de sensaciones. Por un lado, la mayoritaria, la de aquellos que se alegran de lo bueno que le sucede a otros y disfrutan del agradable rato que les hace pasar esa agrupación exitosa. Por otro, la respuesta cainita de los que recelan de quienes triunfan, ese derrotismo, tan gaditano, tan carnavalesco, que comienza a buscar faltas en los ganadores para menospreciar y minimizar su éxito.

Este año me encuentro en el primer grupo. El primer recuerdo sonoro carnavalesco que tengo es el miau, miau de ‘Los cegatos con botas’ escuchado en la plaza del Palillero. Por eso, el primer popurrí que me aprendí de memoria no fue, como me habría gustado, el de ‘Los cruzados mágicos’, sino el de ‘Las momias’. En aquellos tiempos, El Love aún no había bautizado la chirigota que llevaba el nombre del barrio de Puntales. Para mí, que jugaba en la plazoleta de Loreto, una chirigota de Puntales me era mucho más cercana sentimentalmente que una de la lejana Viña. La plaza linda a la que daba su calle era casi la mía.

Desde entonces, siempre me han transmitido buenas vibraciones. Ganaban con la misma elegancia con la que sabían aceptar los resultados menos favorables. Concursaban pero no competían. Representan lo bueno del Carnaval de Cádiz. Lo mejor en este mundillo cada vez más profesionalizado, más fanático.

Por eso, con ‘Los puretas’, sólo puedo alegrarme de su triunfo y levantar mi vaso de tubo por ellos.