AL FOSO | opinión

La calle

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Desde que se escaparon los toros por Barrié o que Halle Berry se pegó ese baño ?asquerosamente? escultural en La Caleta no se había hablado tanto de una misma cosa. La aventura sevillana de los de Juan Carlos Aragón y los Carapapa está ya cansando una mijita. En tres noches ya les han caído encima unos cuantos chaparrones. Y los que les quedan. En el Falla, en bares, en la calle, en la prensa… cualquier esquina es buena para comentar la traición o la responsabilidad que tiene el Patronato en esta decisión. Pero, ¿esta fiesta no era tan grande como para no ser tan agoreros con ella? ¿Qué pasa con el verdadero espíritu del Carnaval? Ese que se siente, se escucha y se vive en la calle. El que está lleno de golpes de ironía y un atrevimiento que va más allá de un disfraz o una agenda repleta de bolos ¿Vamos a achantarnos ahora? El Carnaval es todo. No se entendería este febrero sin Concurso pero tampoco tendría sentido si las coplas del teatro no atravesaran las paredes del Falla y llegaran a la Viña, los callejones o Correos. El presidente de la Asociación de Autores, gran ?picao? de la historia carnavalesca, comentaba a este medio un dato que asegura ?con toda la razón? está pasando «desapercibido». Y es que se cumplen cien años de Los Trovadores que volvieron a dar a Cádiz ese impulso que había perdido tras la desaparición del Tío de la Tiza. Ahí está. No es algo nuevo que todo el mundo eche de menos a Martínez Ares, el Yuyu, el Sheriff o este año a los de Juan Carlos, Carapapa, Lobe y Bienvenido, entre otros (ojo, porque se lo han currado) pero, queramos o no, la fiesta sigue y vendrán más, o los que están seguirán siendo igual de buenos o mejorarán. Lo importante es que los que quieran, regresen, porque darán lo mejor de sí y los que no quieran, que no lo hagan porque harán más daño que bien. Es su santa voluntad. Pero, no olvidemos, que queda la calle. Quizá ahí haya también que echar el resto en elogios. Cuidar más a esos que también llenan de ingenio, críticas y risas cada rincón y hacen posible el amor a una fiesta que cobra sentido con la convivencia. Porque un Carnaval si no se comparte no es Carnaval.