Filosofando por Carnaval

Por  9:22 h.

“Cerremos las Puerta Tierra con cerrojos y pestillos y el que quiera entrar en Cai, que llame al telefonillo…”

Tampoco es eso (¿o sí?), pero no dejo de darle vueltas al asunto ¿qué le está pasando a nuestro Falla, Dios mío de mi alma? Esta coplilla la cantaban en su día los “Soltero y sin compro-piso” del Selu, donde hablaban de un padre gaditano nacionalista (¡pero que no cunda el pánico, que no voy a hablar de Puigdemont!) pero me ha venido a la mente a la hora de escribir el artículo de esta semana…y aunque no es algo nuevo y siempre hablando desde mi percepción personal, es cierto que algo falla, valga la redundancia.

Tenemos un concurso oficial experimentado y con muchos años de trayectoria como para que, viéndolo desde fuera y también desde dentro, cuando me ha tocado participar de manera activa, parezca que estemos improvisando todo el rato.

Cambios constantes en el reglamento, dimes y diretes, que lo que este año es la revolución, para el siguiente se corta de raíz y se guarda en el cajón, que si todos los males se acaban creando la figura de los cabeza de serie, que actuarán en primer lugar, para que se mantengan la atención durante las sesiones, pero un año después se decide que mejor no, que las punteras mejor actuarán al final y así se creará expectación y se conseguirá que la gente no se vaya del teatro. Y así, con muchos asuntos relacionados con el funcionamiento del concurso. Cada año.

Esto lo único que hace es crear controversia, dudas, incertidumbre. Que se hable de intereses y beneficios creados solo para unos pocos. La teoría del “yo me lo guiso, yo me lo como”. Evidentemente, los cambios y las mejoras nos sirven para crecer, pero hay que darles tiempo para ponerlas en marcha, ver si funcionan en la práctica, en la realidad de un concurso tan peculiar como el nuestro, ¿no?. Pero nosotros, no nos damos tiempo para que una idea o una propuesta madure. Pienso que el método ensayo-error da una imagen poco profesional y a veces, hasta chapucera del concurso. Si queremos una fiesta grande, la organización, con todo lo que eso conlleva, debe estar a la altura.

Esto se podría extender a otras cuestiones, que van desde un sistema de compra de entradas que hace inviable conseguir una, las colas inhumanas a la intemperie para poder conseguirlas, el reparto de entradas para familiares que solo acceden al teatro a ver a su agrupación y que tras esta, salen en estampida cual ñus, dejando la imagen de un teatro desolador. Palcos de autoridades vacíos un día sí y otro también.

Y así, podría quedarme horas filosofando.