Valoraciones

El duque del guano

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Me ncontré, las otras noches, al bueno de Antonio Hernández Rodicio y, después de saludarme, como siempre, con cariño, me dijo que me estaba siguiendo en cada columna que escribía; que le gustaban, pero que lo estaba haciendo volviendo loco puesto que no había llegado a dilucidar si me había gustado el concurso o no; y que dudaba de que yo lo supiera.
Como es posible que eso le haya pasado a más gente puesto que yo suelo ser muy contradictorio, me gustaría explicarme; que no me gusta perder lectores.
A mí, la competición, por lo menos con los niveles a los que ha llegado ésta, no me gusta mucho; ella hace que uno tome partido por tal o cual agrupación y puede que se pierda cosas interesantes. Yo soy coplero: no me gustan los coros ni las comparsas ni nada, porque todo está muy afectado en nombre del concurso; pero muero con un buen tango, pasodoble y cuplé, los cante quien los cante (de los popurrís sólo aguantaba los que nosotros hacíamos, porque no tenía más remedio).
No soy ningún purista puesto que la pureza, si existiera, sólo sería en los minerales; en las manifestaciones humanas, es imposible. Por eso no entiendo el inmovilismo; en ese sentido he declarado que el concurso ha sido más de lo mismo y que si no se hubiera celebrado no nos hubiéramos perdido nada. Ahora bien, como siempre digo, la evolución no debe forzarse; ella brota de nosotros con naturalidad; y, mucho menos, se debe despreciar lo antiguo; porque eso es lo que nos ha convertido en aficionados. Y no tiene nada que ver el inmovilismo con el destrozo de lo tradicional. Estoy seguro de que quien rompe los esquemas tradicionales de nuestras músicas para hacer composiciones complicadas, es porque se siente impotente para emocionar a través de lo sencillo. Dicen que Picasso dijo que con nueve años pintaba como Velázquez y que había necesitado sesenta años para pintar como un niño de nueve. Creo que en esa declaración se recoge todo lo que yo quisiera decir.
Por todo eso que digo arriba, el Concurso lo veo como una colección de coplas sueltas y nunca como una competición de grupos. Valoro según las apetencias que me entren de aprenderme una copla. Si alguna me despierta las ganas de aprendérmela, me gusta sea de quien sea; aunque la comparsa sea la más mala de la Historia; o al revés: si una agrupación me está gustando porque la considere completita y un día sale pidiendo la pena de muerte en una copla, ya está para mí de más.
Es por lo que tengo dos valoraciones: desde el punto de vista del avance, la mayoría de los punteros están anclados en lo mismo; desde el punto de vista de los repertorios, casi todo el mundo se ha superado y es por eso que hemos tenido la mejor edición de la historia del Carnaval.
Mañana ya no habrá Carnaval, sólo queda el Chiquito. Hasta el año que viene.