Pedro el de los Majaras y el vapor de las comparsas

Por  10:08 h.

Hubo un tiempo en que este país no tenía nombre: por aquel entonces, Felipe González se llamaba Isidoro. Y hay quien sigue conservando esa ancestral costumbre de la clandestinidad. Es el caso de Antonio Rico Segura, el director de la comparsa Medio siglo, al que todos llaman Pedro el de los Majaras. Y a su comparsa, la comparsa de El Puerto. Como si en El Puerto no hubiera otra comparsa, con perdón de Los Gitanos: lo mismo ocurría bajo la dictadura de Franco, que sólo parecía que hubiera un Partido en la oposición, el Partido Comunista, hasta que recibió su primer cajonazo en las elecciones generales de 1977. Algo así pasó en su día con Diego Caraballo, rey destronado aunque legendario letrista, que ya acompañó a Pedro-Antonio en Los Senecas de 1970, al firmar las cuartetas a las que puso música el veterano José Luis Arniz. Así que sus agrupaciones no cumplen cincuenta tacos en Cádiz, sino cuarenta, que no es poco, si se tienen en cuenta algunos de sus hitos: Los hindúes, Raza mora, Los simios o Caballos andaluces, hasta llegar a sus últimos tipos de Mi Cai Chiquito y Perdimos el norte. Todo un pedigrí que habría de llenar con nombres propios como los de El Chusco, El Cote, Luis Galán, Juan Luis Alber o Angel García.
Los Majaras es el nombre de una peña, pero lo cierto es que Pedro supone toda una institución por sí solo, una especie de vapor de coplas que amarra en el noray del Falla, con el patio de butacas lleno de Cádiz y los Puertos, jaleando este año más que nunca a su agrupación con nombre de efeméride o de coleccionable en fascículos: un paseo por la memoria que no excluye armonías novedosas de José Martínez, alias Pepe El Guitarra, con letras nada juliopardianas de Antonio Rivas, que ha sustituido en el cargo a Kike Remolino y a El Canijo, Antonio Pedro Serrano; este último ha causado baja porque los ejércitos del Carnaval tienen un no se qué de olas de la bahía que vienen y van como diría un comparsista antiguo. Lo mismo le ha ocurrido al incomparable José Ramón de Castro, alias Ramoni, a quien la marea le ha llevado del muelle de Juan Carlos Aragón hasta el puerto de allí enfrente. Quizá para llevarle la contraria a Zapatero, Pedro el de los Majaras, quiero decir Antonio, ha aplazado su prejubilación y ha logrado reunir este año una especie de dream team en donde la tradición dialoga con la modernidad, con cuplés de sabor a chirigota y pasodobles canónicos, pero sobre todo con una memoria viva que conduce a Los pajeros y a Los bartolos vagos.
Nuevas pieles para una vieja ceremonia. Y uno no sabe si es que se va haciendo irremediablemente viejo y ya gusta de las comparsas o es que estas no son aquellas eternas lloronas de Chavela Vargas sino que hace mucho que cambiaron su condición de tampax goyescas (Yuyu dixit), y ya no son tan finas aunque sigan siendo seguras.
Y ahí están, con su pedazo de Gordi, lejos ya de aquel divorcio y la rivalidad suicida entre los concursos de El Puerto y de El Falla, como si alguien hubiera firmado la paz o promulgado una constitución carnavalesca en la que cupieran todos y en la que, a pesar de la libertad, haya gente como Pedro el de los Majaras, que no acabara de fiarse del todo y por eso sigue manteniendo su nombre de guerra en la afinada clandestinidad de los contraltos.