Cádiz, ese rinconcito al sur del sur, apócrifa, canalla e irreverente, ha expandido su religión a otras tierras, allende sus murallas, merced a la labor pastoral de doce apóstoles del trataratachín. Ellos han recogido las tablas de la ley del 3×4 y sus mandamientos han cruzado las aguas del río Iro para quebrarse en una esquina de un barrio de Chiclana que profesa una absoluta devoción por el credo viñero. Pasados de revoluciones, con las imperfecciones vocales de quien entra en éxtasis y que la pasión perdona, los Molina entregan un año más su oración a sus fieles, que rezan al compás de su inconfundible melodía.
‘Pa religión, la mía’ salvaba el día. No obstante, pocos minutos después de su actuación se confirmaba su penalización. La chirigota tocaba un instrumento prohibido en el segundo cuplé, en este caso un cencerro (sólo se permite caja, bombo, guitarra y pito) por lo que se incumplen los artículos 3.1, 27.1.2 y 27.2.2. Se considera falta grave y la sanción es la no puntuación del cuplé, algo que perjudica enormemente a la chirigota pues es la pieza que más puntua salvo el popurrí. Una pésima noticia para acabar la función.
Al margen de ello, la sesión de los foráneos (ninguna agrupación de Cádiz capital) dejaba un tanto fría la noche del viernes. El coro de Antonio ‘El Alemania’ mantiene su sello con buenas letras y música aunque problemas en la interpretación. Los chirigoteros de Mairena del Alcor se crecían con su maliciosa ‘chirigota familiar’, dura e irónica con Su Majestad, y daban pie a la sorprendente comparsa de La Rinconada. ‘La pasión 3×4’ regalaba un curioso pasodoble ecléctico con retales que sonaban intencionadamente a los autores más reconocidos de la fiesta. Desafortunada la chirigota de Camas ‘Los del mono amedia’, que no arrancaba ni la sonrisa, y excesivamente triste ‘El penal de los vencidos’, que confunde pasión con tragedia en la fiesta de la alegría.