EN OFF: Pero quien nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la calle de La Palma, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo.
Buenas noches trimilenaria ciudad de mis anhelos,
bendito tu fuego y bendita esta hora de fiebre sonora
en la que yo, dios Momo,
me mezo en tu nombre
y te entrego la salada claridad de esta canción de Cádiz
que mía no es sino tuya,
canción de coplas furtivas,
de coplas errantes,
de coplas que en ti viven
como ese fuego puntual que me aguarda
al que yo no echaré
ni uno solo de los besos que me diste.
Dejame que esta noche
Te pregone en prosa y verso
Y no es arrogancia, lo prometo
Es mi manera de rendir homenaje
Desde Cádiz hasta el cielo
Al último poeta
Pedro Romero
Canción de Cádiz que yo te traigo
canción de espuma y de oleaje,
canción sin brida que se desborda,
canción sin nombre que a ti te nombra,
canción que besa tus atalayas,
que callejea por tus rincones,
canción del aire fino y sin bruma,
canción de besos que se reparten,
canción que mía no es, sino tuya.
Tuya y de nadie esta canción de Cádiz que yo te entrego,
que yo esparzo por esta noche de humo y ceniza,
canción que vibra en los labios,
en el tiempo detenida,
mirándose en los suspiros,
surtidora de esperanza,
en libertad sin duda,
canción de ayer y de ahora
que mía no es, sino tuya
La deidad que represento
se pierde por callejones
buscando la copla eterna
para salvarla del fuego.
Yo soy la canción de Cádiz,
Colorete a la lumbre
con el que enjugar el llanto
de un tiempo de incertidumbre.
Yo soy la canción de Cádiz
el fuego de la añoranza,
la impaciencia de colmarte con versos de madrugada,
de adjetivarte y cantarte,
de contarte una por una mis penas y mis batallas
Yo soy la canción de Cádiz,
la que me trajo hasta aquí,
la que me lleva en volandas,
la de aquel eterno brujo que dio cuerda a la comparsa,
Traigo las coplas conmigo,
el viento que las difunde,
que las arrastra cual hojas
por este febrero que me confunde.
Soy el viajero del tiempo,
el eco de tus mañanas,
hechicero y trashumante,
poeta de verso sencillo,
caminante de tu huella,
de tus barrios y de tus lunas,
con mi canción en los labios
que mía no es, sino tuya.
Aquí me ves cual Dios Momo,
Dios de la risa y la burla
cuyo destino es el fuego,
hijo irredento de la noche y del sueño,
del festín y la alegría,
cual Baco de la Caleta
contemplo tu media tarde,
tu sinfonía perpetua,
tu fogata interminable,
y me prendo a tus mareas,
que en tu equipaje se arrullan
y alzo canciones al vuelo,
que no son mías,
que son tuyas
Yo te abrazo
oh mar de Cádiz,
y no hay prodigio
más cierto que posarme en tu regazo,
oh madre de Occidente,
madre de todas mis lunas,
madre de todos mis ecos,
yo te abrazo
ciudad mía,
que mi infancia cobijaste,
y te entrego mi canción.
Yo te abrazo,
ciudad eterna,
y te sufro en la agonía de la creación imposible
cuando la musa no quiere,
cuando la musa no viene,
cuando la musa es un sueño desoyendo mis plegarias
y en el pecho se me clava
el filo de sus silencios.
Yo la invoco y la reclamo,
sedente la estoy llamando
y ella no acude a la cita
ella no quiere conmigo,
y los versos no me llegan
y la comparsa que busco
parece un barco varado
en las aguas de una ausencia.
Y se me enreda el silencio en la vereda del canto,
y yerran en las pupilas las cuerdas de mi guitarra
y no encuentro las palabras,
el modo de conducirlas,
de hacer sonar las campanas,
las auroras, los acordes,
la verdad del sentimiento,
la hora precisa del verso
que se despierta de pronto y se convierte en canción.
Pero ¿A dónde van las musas,
tan amorosas y esquivas,
tan fugitivas y ausentes,
en esas noches en vela,
de palabras que no hallé,
de sentimientos perdidos,
a dónde irán esas musas,
esas canciones sin eco
que no encontraron
la forma ni la manera ni el modo?
Cuando ningún verso se ofrece
y muere la tentativa
de convertirme en canciones,
dibujando tu retrato
de vieja dama fenicia
en los espejos del tiempo,
y en cada estación fijando
la huella del perfumista,
el cielo de tus pasiones,
la coda del ciudadano que sufre las injusticias
o ese volver a empezar que recompone y ordena,
que traza la melodía de un sueño de Carnaval.
Tanto buscarse por dentro,
tanto invocar a las musas
que de la ausencia hice canto
y la copla gaditana echó a volar de repente,
y me bebí las estrellas
para repartir canciones
que mías no son sino tuyas,
canciones y más canciones
que alguien silbó de repente,
que alguien tomó entre las manos
como se toman los sueños,
como se toma la vida,
como se toma el recuerdo
que cada uno cincela a imagen y semejanza.
Yo te abrazo
oh ciudad eterna,
y te sufro en la agonía de la creación imposible,
hecha de yunque y martillo,
también de caricia y seda,
de eterna canción de Cádiz,
que será tuya y no mía,
de tus calles, de tus gentes,
de tu son y tu alegría,
de tu cadencia infinita,
de tus alas y tus olas
y tu verdad tan profunda.
A este Dios Momo le queda muy poco para ser consumido por el fuego.
Pero antes que me lleven las llamas y con ellas se vaya el Carnaval
tengo la aspiración de salvar la copla verdadera,
la canción de Cádiz, la que merece la pena,
la que ni se compra ni se vende,
copla de todos los días, copla de todos los sueños,
copla que ronda tus labios,
que se te queda prendida del alma y del sentimiento,
copla de ayer y de ahora.
Y de la canción de Cádiz verdadera,
quisiera hablaros el pregonero
antes del fuego que se llevará consigo todo lo malo
para dejarnos lo bueno.
La primera canción que quiero salvar
es la canción que suena en la voz de una mujer.
¿Cuantas letras no habrá habido que se han sustentando en el más burdo machismo? Cuentan que yo mismo, dios Momo, fui mujer en otra vida.
No hay canción de Cádiz,
digna de tal nombre,
que no quiera arroparse en la voz de una mujer
que derrama los ríos de su canto y de su leche fecunda.
Óyeme, Cádiz, y óyela,
esa canción que llega, que acaricia, que es torbellino y querer
,que es ternura y brisa sonora,
canción de Cádiz con alma de mujer.
Y antes que todo acabe
Quiero hablarle de ellos
De los que cantan la canción
De mi familia de febrero
Sin ellos no soy nada
Con ellos nada me da miedo
De mono, de marciano o de juana
De esta canción, o ciudadano zero
Permítanme la licencia
Que quisiera dirigirme a ellos
Gracias por todo? no saben ustedes
cuanto les debo.
EPÍLOGO
Sólo vive lo que arde.
Ya lo dijo el poeta.
Perseguimos el sueño al contemplar el fuego
palpitante y secreto,
el fuego de una idea,
el fuego de una estrella,
el fuego de un deseo.
Alabado sea el fuego que vive en las letras,
porque sólo vive lo que arde,
ya lo dijo el poeta.
Que el amor te preserve
y que el fuego te guarde
y te sea muy leve el viento venidero
la cuaresma que ya late.
Cuaresma que te veo
Soy el fuego y a él me entrego,
como entregué mis canciones,
las que quise, las que anduve,
las que dibujé en tu nombre,
las que refugié en tu lumbre y te susurré al oído,
dama de todas mis noches.
Sólo vive lo que arde,
ya lo dijo el poeta,
y este Dios Momo repite
antes de irse a la hoguera
y te digo de nuevo
que tuyo es lo que escribo,
que sólo a ti te las canto,
ciudad de mi infancia y de mis hijos
ciudad que me dio la vida,
¡Cádiz me quemo contigo!