El Sindicato

El duque de Guano

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En el mundillo que rodea el concurso del Falla hay varias asociaciones: autores, artesanos, coristas, ortavillitas…Gente que se une y se organiza para tratar de hacer un concurso a su medida, porque hacerlo a la medida de los gaditanos es de tontos: qué saben los gaditanos de concursos y de Carnaval. Gente que está convencida de que el Concurso le pertenece, como debe ser,  y no que ella pertenece al Concurso.
Pero yo me he dado cuenta de que los componentes y componentas de agrupaciones, es decir, los cantantes y cantantas, no tienen ninguna asociación que los defiendan de la tiranía de directores y autores. Los pobrecitos y pobrecitas están dejados y dejadas  de la mano de Dios y no veas tú lo que sufren. Ellos y ellas lo llevan bien porque forma parte del sacrificio que representa salir en Carnaval, pero yo creo que ya hay directores y autores que se están pasando; por eso quiero levantar una lanza en favor de ellos y ellas, además de ofrecerles mi idea, que no es ni más ni menos que crear un sindicato.
Un sindicato sería lo ideal; pero un sindicato por derecho, con un calendario de movilizaciones y una poderosa caja de resistencia por si van a la huelga general y perdieran los emolumentos por derechos de imagen. Un sindicato de intérpretes e intérpretas y ejecutantes y ejecutantas que les plante cara a esos tiranos que les obligan a cantar cosas que ellos no quieren. Porque me consta que la mayoría de los que se suben al escenario no quieren cantar determinadas letras contra tal o cual autor o personaje público. Ellos son buenas personas que no quieren polémicas ni malos rollos con los compañeros, pero se sienten obligados por unos directores y autores que, cargados de odio, ponen su pluma al servicio del insulto y el ultraje involucrando, de paso, a esas inocentes criaturas cuyo único pecado es ser aficionado.
Un sindicato potente que, ante una letra insultante a alguien, pueda atender a quien se vea obligado a cantarla; con unos delegados que se presenten en los locales de ensayo y enérgicamente le digan al director que su afiliado no tiene por qué seguir, a pies juntillas determinadas directrices. Que ya está bien el abusar de esas inocentes criaturas a las que vemos en el escenario cantando determinadas letras con lágrimas en los ojos porque, en el fondo, no quieren cantarla. Que algunos, incluso, son padres de familia cuyos hijos pueden ver cómo sus padres sufren, sin necesidad ninguna, por tener que hacer algo que, por supuesto, no quieren hacer; y que esos hijos pudieran llegar a pensar que sus padres son una especie de marionetas cuyos hilos mueve alguien que no tiene más mérito que el de juntar unas palabras con desprecio para intentar hundir a otro como él. Un sindicato que consiga que las esposas de los intérpretes no se cachondeen con ellos viendo cómo los que tantos cojones echan en casa, se muestran totalmente sumisos en un local de ensayo. Un sindicato, en fin, que sepa explicar y explique hasta dónde puede llegar el sacrificio que algunos tienen que hacer por salir en Carnaval y demostrarle a sus pisanos lo que quieren a Cádiz.
Mañana será otro día.