Comienza la fiesta grande de Cádiz

Bulla, erizos y buen ambiente en el arranque de las celebraciones

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A las 12.00 horas la plaza de San Antonio ya comenzaba a desbordarse de
personas, procedentes de la plaza Mina y la calle Ancha, y hacia la de
San José y la calle Torre, para desembocar finalmente en el barrio de
la Viña, en un río donde se juntaban y se revolvían todo tipo de
estereotipos: desde hippies a fashion victims; desde vendedores de
globos a mariscadores de erizos; y desde primerizos en la fiesta a
auténticos gaditas veteranos. Muchos jóvenes, pero también familias
enteras, con niños y abuelos sorbiendo ostiones, o almorzando a base de
erizos, frescos y abiertos en canal a cuchillo.

En medio del jaleo, aunque no todo el mundo les hiciera caso, las
coplas de Carnaval se alzaban sobre los miles de cabezas como aperitivo
de lo que está por llegar.

Hubo gente de Cádiz y de toda la provincia… Hasta de Seattle (EE
UU), de donde eran vecinas Mara Zander y sus amigas, estudiantes de
español, y que ayer hacían poco caso a los coros en San Antonio, pero
sí mucho a las cervezas. «Nos han dicho cómo es el Carnaval: como
Halloween, pero mejor, porque dura más» afirmaba en perfecto spanglish.

Un susto en San Antonio

Las litronas y el botellón volvieron a estar presentes en las
calles. Y hasta una farola pareció coger el punto, pegando una
camballá, lo que dio un susto tremendo en San Antonio, cuando cedió en
su base y se inclinó sobre la gente. Policía y bomberos tuvieron que
ponerse manos a la obra y acordonaron un triángulo que obligó a todos a
juntarse un poquito más en la plaza.

A pesar de la presencia cada vez mayor del alcohol, la cita
gastronómica siguió siendo la protagonista, y las colas ante los
puestos de erizos y ostiones estuvieron en todo momento a rebosar. «La
crisis aquí ni se nota… porque esto es gratis», afirmaba José Antonio
Aragón desde la barra de la peña el Molino, mientras servía ostiones
con pimiento asaos y una cerveza (en perfecto maridaje) a cuantos
aguardaban bajo el sol.

Por supuesto, no todos hicieron cola ni sucumbieron al atractivo de
lo gratuito. Y de ello se nutrieron muchos top manta del ostión y del
erizo, que en cualquier esquina montaban un kiosquito con una tabla y
una mesa de playa, para hacer negocio a cinco euros la docena de erizo
o la ración de ostión. Otros, como El Caña (un viñero, con puesto
portátil en la calle del Corralón) se decantaba por algo más original,
y con una pata de jamón y un queso creó su particular chiringuito: 5
euros la ración. «Esto sí que no puede venir el Seprona a quitarlo»,
decía con guasa viñera, pertrechado con seis pájaros de plástico en la
solapa.

Su primera Erizada

«Llevamos una hora esperando, pero no importa» afirmaba Loli
Báez, una gaditana que ocupaba la pole en una de las barras de la Viña,
y que era la primera vez que conocía el Carnaval. A pesar de eso ya
tenía sus preferencias: «Yo me quedo con los ostiones antes que los
erizos».

Primerizas eran también, aunque de otra manera, María José Ortega y
sus compañeras del coro Tirabuzones, que por primera vez actúan en la
calle y en el Falla, y ayer estrenaban voces ante el público en la
plaza de San Antonio «con mucha ilusión y ganas». «Este Carnaval no
vamos a parar, actuaremos donde nos inviten», afirmaba justo antes de
subir al escenario.

A las 16.45 horas, el último coro cantaba sobre el tablón de San
Antonio y las chirigotas bajaban del escenario de la calle de La Palma.
Un año más se acabaron la Ostionada y la Erizada, pero no la fiesta. De
hecho, no hace sino empezar… Cádiz lo dejó claro: mientras que haya
Carnaval la crisis y los problemas se pueden quedar en casa.